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29/12/17

La invitación... (1/9)

David y Jesús se conocieron al poco de terminar la carrera, a través de un compañero de promoción que estaba organizando un torneo de pádel en la empresa. Aunque la mayoría de las veces no jugaban en el mismo bando, fuiron forjando una cierta amistad, entreverada de golpes de pala, tragos de caña e intrascendentes conversaciones varoniles. Poco a poco, acabaron congeniando y ganando confianza. Y así, un día quedaron para comer y conocer a sus respectivas parejas... 

Casualmente, Icíar y Gema ya se conocían, puesto que habían estudiado juntas en el Liceo Francés. Fue una suerte que hubiese sintonía por todas partes...  Llegaron incluso a ir juntos de vacaciones a Cerdeña... donde pasaron unos días espectaculares... y en donde surgió mucha complicidad y buen rollo entre los cuatro.  

Si bien Icíar y Jesús decidieron no tener hijos, Gema y Davicín (como él prefería que le llamasen) optaron por cumplir con la patria y tener descendencia. Y con la llegada de los niños, también llegó la escasez, por no decir ausencia, de tiempo para los asuntos propios... Fue obligado para ellos prescindir de ciertas actividades accesorias, como el pádel, para que concentrarse en sacar adelante a tres churumbeles tempraneros (96, 98 y 2000), voraces e inquietos... Lamentablemente, con todas las energías dedicadas a la prole, Gema y Davicín perdieron el contacto con Icíar y Jesús... y casi también entre ellos. Y es que tienen razón los que dicen que los hijos unen el matrimonio y separan la pareja... Y aunque en el caso de Gema y Davicín no fue una separación irreversible, lo cierto es que la monotonía, el aburrimiento y la escasez de apetitos sexuales hicieron algo de mella en su relación...

Pero el tiempo pasa... y esta vez conspiró para el reencuentro.

Coincidieron hace unos días, en el centro comercial, mientras hacían las primeras compras para Navidad... 

- ¿Jesús? -  preguntó Davicín, titubeante.
- Hombre, ¡Davicín!... ¡cuánto tiempo! - le respondió mientras estrechaba vigorosamente su mano y lo abrazaba efusivamente.

Sin solución de continuidad, Jesús besó a Gema, piropeándola con un "como siempre, estás maravillosa", ante lo cual, Davicín procedío a besar a Icíar regalándole un "qué suerte tienen algunos", mientras miraba cómplicemente a Jesús.

La verdad es que Icíar y Jesús estaban estupendos. Claro... al no tener hijos y disponer de un alto poder adquisitivo, podían dedicar tiempo, recursos y dinero a mantenerse en una envidiable forma, así como a disimular los primeros signos de envejecimiento que padecen todos los que rondan los cuarentaitantos...

Tras terminar la ronda de besos y abrazos, entraron en un café para charlar y ponerse al día. Entre conversación y conversación, para Davicín no pasaron inadvertidos los cruces de miradas cómplices entre Jesús y Gema. Para él era evidente que entre ellos había cierta química... y, aunque nunca quiso saber qué hicieron durante las horas en las que estuvieron ilocalizables en su última noche de vacaciones en Cagliari, sospechaba que hubo algo entre ellos. Bah... qué más da -pensaba- ojos que no ven, corazón que no siente.
En muy poco tiempo, la conversación general se dividió en dos: Jesús y Davicín comenzaron una insulsa tertulia deportiva, e Icíar y Gema empezaron a conversar sobre el excelente aspecto de la primera, conseguido a golpe de sesiones de crossfit y BodyPump, y sobre la triple maternidad y sus consecuencias sobre la silueta de esta última; también hablaron sobre sus respectivas casas, sobre los trabajos, las futuras vacaciones... y, ya entre cuchicheos y risitas, sobre sus respectivas parejas... y algunas tentaciones y pecados inconfesables de Icíar con su personal trainer. Icíar, al notar que la vida de Gema, especialmente la sexual, estaba inmersa en monotonía y tedio, le propuso discretamente que buscase un día entre semana para dejar los chicos con David y así poder asistir a una divertida reunión con unas amigas.

Y aprovechando el tirón invitativo, Icíar reclamó la atención de Gema y Davicín para proponerles que fuesen a cenar con ellos en su casa el primer fin de semana que esuviesen libres. Les adelantó que quizás también asistiesen unos amigos. Y aunque Davicín no adivinaba las razones, Icíar pidió a Gema que trajese un pañuelo de seda, e insistió mucho en que fuesen elegantes, con disponibilidad de tiempo, y con la mente muy abierta...

6 comentarios:

  1. No hay nada como tener la mente abierta, es la única manera de disfrutar de las muchas posibilidades que te brinda la vida…

    Prometedora historia…

    Un placer leerte, querido amigo.

    Bsoss enormes, y feliz finde.

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    1. Mente abierta... y sentidos y sentimientos dispuestos a ser activados y estimulados.

      Gracias por tu visita, Ginebra. Un beso.

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  2. Mmmm pues yo ya estoy imaginando lo que puede llegar a pasar jajaja si es que mi mente es algo perversa y no para quieta siempre pensando en el más allá jajaja.

    Me ha encantado este relato, sobre todo, por lo que pueda venir después ¿no tardarás en la continuación?

    Besos y feliz noche.

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    1. Qué bueno sería que de alguna forma compartieses eso que estás imaginando...

      Quién sabe, lo mismo el relato fluye por otros derroteros...

      Y gracias, María, por tu visita y palabras.

      Un beso.

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  3. Con estos mimbres...
    Se adivina morboso el cesto.
    Espero impaciente el desarrollo
    Un abrazo

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    1. Gracias, Ulyses, por tu visita...

      Espero que la cena sea del agrado de los comensales... y que disfruten con la compañía, los manjares, el vino... y el postre...

      Un abrazo.

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