mi lengua surca tus pliegues tallando el deseo...




A veces con la firmeza de un sabio alfarero...
mis manos van moldeando la arcilla de tus senos...
A veces con la paciencia de un viejo relojero...
mis dientes ajustan el engranaje de tus pezones enhiestos...

A veces con la vehemencia del aprendiz de cantero...

mi sexo cincela las íntimas oquedades de tu cuerpo de fuego...

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Sólo faltan tus palabras...