Imagínate ser Plex en este mismo segundo.
El café es negro, fuerte, casi amargo, y lo tomas de pie, desnudo, con la piel todavía oliendo a Aitana y a sexo de madrugada. El sol entra bajo por la cristalera de la villa sobre pilotes y el jacuzzi privado burbujea como un coño que espera lengua. El mar es azul intenso... Los pececitos plateados nadan debajo de la terraza de cristal; si te tumbas boca abajo verías cómo rozan el fondo transparente con sus bocas diminutas, como si quisieran chuparte los huevos desde abajo.
Y entonces vuelves a mirarla.
Aitana duerme bocabajo, exactamente como la dejaste hace unas horas: una pierna recogida, la otra estirada, la sábana hecha un nudo a la altura de las rodillas. El tanga plateado se ha hundido tanto entre sus nalgas que parece una línea de cocaína lista para ser esnifada. La carne es firme, alta, con esa curva imposible que solo tienen las mujeres que saben lo que valen. Aún lleva las marcas de tus dedos en las caderas y la del mordisquito suave que acabas de darle. Respira despacio, pero tú ya notas cómo su cuerpo se prepara: el coño se humedece solo con tu olor, con tu presencia.
Te acercas sin prisa. Dejas la taza. Apoyas una rodilla en la cama. Le separas las nalgas con las dos manos como quien abre un libro sagrado y te hundes. Lengua primero, lenta, profunda, recorriendo el ano y bajando hasta el clítoris hinchado. Ella se despierta con un gemido largo, animal, arquea la espalda y empuja contra tu boca como si quisiera tragarte entero. “Más”, susurra. “Más adentro”. Y tú obedeces, porque follar a Aitana es un privilegio que no se discute.
Cuando ya está temblando, la giras, le abres las piernas como si fueran alas y te la metes hasta el fondo de un solo golpe. Sin condón. Crudo. Ella grita, te clava las uñas en la espalda y cabalga desde abajo, moviendo las caderas en círculos que te vuelven loco. Os corréis juntos, fuerte, sucio, con el semen saliendo a chorros y ella apretándote con el coño como si no quisiera dejarte salir nunca.
Después os ducháis. Te la follas otra vez contra el cristal, con el océano de testigo, viendo cómo el agua resbala por sus tetas y por tu polla todavía dentro de ella. Desayuno en la terraza: mango que chupa de tus dedos, yogur que lames despacio de sus pezones endurecidos. Buceo entre corales, su culo enfundado en neopreno rozándote bajo el agua. Por la tarde otro polvo lento en la hamaca, ella encima, moviéndose despacio, mirándote a los ojos mientras se corre otra vez, y otra, hasta que el sol se hunde y vosotros os hundís el uno en el otro. Por la noche volveréis a empezar: la pondrás contra la barandilla, la abrirás con los dedos, la harás gritar mirando las estrellas mientras te vacías dentro de ella una y otra vez.
Eso es un lunes para Plex.
Eso es estar vivo de verdad.
Y en el otro lado de la moneda… tú, Juan Antonio.
Despiertas a las seis y cuarto con el llanto de un niño que otra vez se ha meado en la cama. El olor ácido te golpea la nariz antes de abrir los ojos. Tu mujer, hinchada de rencor y de embarazos no deseados, te escupe desde la puerta: «Límpialo tú, que yo ya no puedo más». El utilitario de 2007 en el taller, tú apretujado en un autobús que apesta a vejez, a sudor frío y a vidas que se apagaron sin hacer ruido.
El vaho empaña los cristales y te obliga a verte reflejado entre caras muertas: ojeras, papada, calvicie incipiente, mirada de perro apaleado. En casa tu mujer hace meses que no se corre. Desde que parió a Izan su coño es territorio prohibido, su deseo un cadáver que nadie se molestó en enterrar. El último polvo fue un trámite de tres minutos: misionero rápido, ella seca como estropajo, tú eyaculando en silencio para poder dormir. Te mira con desprecio cada vez que respiras.
Estás tan cansado que el cansancio te sale por los poros como pus. Cansado de cargar niños, hipoteca, reproches. Cansado de masturbarte en el baño mirando videos en Pornhub... o fantaseando con la becaria de Recursos Humanos de la empresa... Cansado de despertarte con la polla muerta y el alma más muerta todavía. Cansado de saber que esta noche tampoco habrá nada, que mañana tampoco, que quizá nunca más habrá nada que merezca la pena.
Plex se despierta dentro del coño caliente de Aitana.
Tú te despiertas fuera de la vida desde hace años.
A las dos realidades les llaman «vida».
Pero solo una te hace eyacular vivo…
y la otra te castra despacio, todos los putos días, hasta que ni te queda rabia para gritar.
Juan Antonio, cierra los ojos un segundo y dime en qué lado de la moneda estás ahora mismo… y si todavía tienes cojones para cambiarlo.
Los monóloblogs reflejan una multiplicidad de verdades, algunas escondidas tras la máscara de la ironía, de lo absurdo. Por tanto, la verdad sólo será visible para los iniciados e inaccesible para los injustos o los que sólo desean gratificación sensual.
27/11/25
Las dos caras de la moneda...
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