Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
No recuerdo quién de los dos fue el último en cerrar la puerta, ni quién se quedó a qué lado de ella. Lo único que recuerdo es el sonido de tus tacones, cada vez más lejanos, desvaneciéndose lentamente.
Y hoy, otra vez, vuelvo a escuchar ese inconfundible compás, ese peculiar ritmo del tacón percutiendo y del arco anterior impulsando... No hay duda: eres tú.
Tus pisadas se detienen ante la puerta. Desde el otro lado escucho como inspiras profundamente... Mmm... otra vez el dilema de elegir entre el bien y el mal; entre la tentación del pecado sin pecado concebido y el arrepentimiento por no haber pecado...
Decides entrar...
Nada ha cambiado... sigo en el centro de la estancia, en el mismo lugar en donde me dejaste.
Retiras los harapos que me protegían del polvo. Por fin puedo verte... Retrocedes un paso mientras me sonríes. Comienzas a moverte en círculos... sin dejar de mirarme... quizás tratando recuperar esas sensaciones que un día te llenaron... y que hoy tratas de volver a sentir.
Avanzas... Posas tu mano sobre mi cuello... Me estremezco... Tus dedos recorren el curvilíneo contorno del diapasón hasta alcanzar el bastón... Ahuecas la palma de tu mano y comienzas a deslizarla de arriba a abajo... y de abajo a arriba. Se tensan todas y cada una de mis cuerdas...
Te despojas de tus hábitos, mostrándome la flor de tu piel, nunca marchita...
Acercas una butaca para sentarte. Separas tus rodillas y empujas tus caderas hacia delante hasta ceñirte a mi cajón. Ladeas la cabeza; tu mejilla roza mi madera. Por fin te siento junto a mi...
Extiendes tus brazos hacia delante... La caricia de tus yemas hace vibrar mis cuerdas. Tus dedos recorren la escala desde las notas más agudas, al pellizcar en lo pequeño, hasta las más graves, al pulsar en lo grande. Liberas tus manos, que, desbocadas, comienzan a dibujar arpegios circulares, de armonías no convencionales, de acordes imposibles.
Nadie sabe tocarme como lo haces tú...
La melodía se hace cada vez más intensa... Los glissandos se suceden frenéticamente... Agitas tus manos clavando tus uñas sobre mi piel. Suena por fin esa melodía celestial, ese placentero registro divino que nos eleva a los cielos envolviéndonos en un éxtasis de fuego y humedad...
La última nota se apaga lentamente....
Empujas hacia atrás tus caderas... separándote de mi. Recoges tu vestido del suelo... para recuperar tu dignidad. Vuelves a cubrirme para protegerme del polvo. Abres la puerta... y te vas, otra vez, sin decir adiós...
Pero ya no me importa... aunque reconozco que siento cierta nostalgia al escuchar cómo se desvanece, lentamente, el sonido de tus tacones, cada vez más lejanos...
Vaaaaya... veo que sigues causando incertidumbres en tus textos. Me ha encantado, la imagen de la estancia, el color del instrumento, su sonido, incluso su olor.
ResponderEliminarSalutens
http://www.youtube.com/watch?v=dccVHsBY958&feature=related
ResponderEliminarManuel logras envolverme con tus letras... SIEMPRE!!!
ResponderEliminarUn beso multicolor y feliz fin de semana
Un sonido de tacones...que duele...
ResponderEliminarEspero tengas un lindo finde
Un besazo
Unos tacones que marcan el ritmo del recuerdo, el ritmo del adiós.
ResponderEliminarGenial.
Precioso poema, y perfectamente detallado.
ResponderEliminarUn beso poeta de sueños.
Entré aqui por casualidad, me quedo y te sigo si no te importa, me gusta
ResponderEliminarAbrazo
Cada vez que lo leo me gusta mas.
ResponderEliminarEs como si las cuerdas fueran tus dedos...
THDM