-->

4/2/11

Si nos vemos otra vez...

Cuando la voluntad no actúa...
... no hay pecado.

Habíamos quedado para comer... pero a diferencia de anteriores ocasiones, esa tarde solo comeríamos (e insististe mucho en el solo)... Llegué a la hora convenida. Para aliviar la espera, me ofrecieron unos entrantes para acompañar la cerveza. El pan estaba de lujo...

En cuanto apareciste, mi mirada revoloteó alrededor de la tuya. Sonreíste. Todo iba bien. Sin embargo, como si dos potentes imanes la atrajesen, mi mirada fue resbalando desde tus ojos, pasando por tus labios hasta detenerse en las curvas que asomaban por tu generoso escote... Qué bochorno... parecía un niño hambriento ante el escaparate de una pastelería...

Me incorporé para besarte y, para no estropear más las cosas, esta vez solo lo haría en las mejillas. Pero para mi sorpresa, mis brazos, desobedeciendo mis órdenes, te rodearon atrayéndote hacia mi. Ante tal impertinencia, te ruborizaste instantáneamente.... Y yo, en lugar de aflojar las amarras, permanecí inmóvil disfrutando de la sensual suavidad de tus carnes... Qué falta de delicadeza la mía...

Pero mis errores no dejaban de crecer... Mis manos enarbolaron la bandera de la insumisión y, totalmente enajenadas, descendieron por tu espalda y comenzaron a palpar furtivamente tus nalgas. Al intenso reproche de tu mirada, respondí, perplejo, arqueando mis cejas y encogiendo los hombros. Era evidente que en ese momento estaba totalmente fuera de mi...

Y literalmente así era: los roces, además del cariño, provocaron que la sangre fluyese a borbotones por mi sexo, endureciéndolo. Y para mayor vergüenza, mi inoportuna erección no pasó desapercibida para ti... Con tu proverbial elegancia, pusiste fin al lamentable espectáculo que estaba dando, sugiriendo que buscásemos un lugar más íntimo y discreto...

Improvisamos uno cercano. En cuanto llegamos, probablemente por la tensión acumulada anteriormente, te llevaste la mano a la nuca y, mientras la acariciabas, me comentaste lo bien que te vendría un masaje. Apenas sin mediar palabra, te desabroché la blusa y te tumbé, semidesnuda, sobre la cama. Qué imperdonable osadía... y qué torpeza por no saber captar las sutilezas de tu lenguaje.

Y claro... una cosa llevó a la otra... y fue deslizar mis manos untadas en aceite de almendras sobre tu piel, para que volvieran a aflorar en mi instintos primitivos, absolutamente impropios de una persona educada, evolucionada y respetuosa como creía ser. Y en un arrebato -por que no se le puede llamar de otra forma- desvestí todo lo que quedaba por desvestir... La simple visión de tus nalgas desnudas fue la disculpa que esgrimieron mis manos, sometidas a la ley del deseo, para comenzar a hundirse entre tus muslos. Y otra vez, abundando en el error, pensé que el gemido que dejaste escapar al rozar con mis dedos los labios y pliegues de tu sexo, eran síntoma de agrado y placer.

También me equivoqué cuando levantaste ligeramente tus caderas para ponerte más cómoda; gesto durante el cual me mostraste, ahora sé que involuntariamente, tu sexo completamente empapado. Por una obcecación imperdonable alcé tus caderas con mis manos, separé tus muslos con mis rodillas y empujé mi sexo dentro del tuyo... Desde luego, qué cosas se me ocurren...
Y bastó un simple roce, sin duda casual, de tus manos a mi entrepierna para que comenzase a penetrarte con una vehemencia propia de un neanderthal desbocado. Entre jadeos, comenzaste a proferir obscenidades que yo, el más ignorante de los gañanes, consideré mensajes portadores de deseo y pasión...

Y así, entre humedades, alaridos y gemidos, alcancé un éxtasis de placer irrefrenable que me llevó a esparcirme abundantemente en tu interior... dejándote una viscosa y cálida sensación fluyendo entre tus piernas... mientras exclamabas, poco antes de desplomarte exhausta sobre la cama: ¡¡¡qué deleite...!!!

Lo sé... lo sé... Es inconcebible que me haya dejado llevar por la ley del deseo... Así que pondré todo mi empeño en tratar de que no vuelva a producirse este lamentable comportamiento. Pero también debo advertirte que lo más probable es que vuelva a repetir mis errores... si nos vemos otra vez.

7 comentarios:

  1. Si leerte es un deleite, vivir el resto del post, debe ser un deleite indescriptible.
    Besos

    ResponderEliminar
  2. ´me reí
    pero pensándolo bien,
    toda situación es susceptible de ser malinterpretada!
    [creeme, soy experta en malinterpretar. a os homes non hai quen vos entenda]

    ResponderEliminar
  3. Anónimo5/2/11, 2:08

    Genial! vas progresando, me has hecho reir muchísimo...te lo aseguro! me encanta tu humor.
    Te mando esta música para q te inspire...espero! Dulce C
    http://www.youtube.com/watch?v=YkKue_MEnkk&feature=player_embedded

    ResponderEliminar
  4. Parece que después de la primera cita hay algún malentendido de lo más placentero, aunque en el terreno de la piel se entienden a las mil maravillas.

    Besos de rosa de mosqueta,

    Nuda

    ResponderEliminar
  5. Joder:) tengo demasiada imaginación y no son horas...

    ResponderEliminar
  6. Es dificil leerte y no decir nada.A mi tampoco me ha provocado risas...quizás otras cosas.Si, es dificil que dejes indiferente.

    ResponderEliminar
  7. usted me trae aquí para que disfrute leyéndole :))

    por si alguna vez se encuentra con ella...

    *

    ResponderEliminar

Sólo faltan tus palabras...

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...