Estaba ocupado… y no pude abrir…
Volvió a sonar…
Era el cartero… siempre llaman dos veces…
Me entrega una carta certificada… de la Agencia Tributaria…
Firmo… cierro la puerta… y abro el sobre…
Es un requerimiento… un agente tributario me pide comparecer en Hacienda y aportar toda la documentación fiscal de un par de negocios que poseo correspondiente a los ejercicios 2013, 2014 y 2015…
Para mis adentros pensé… me han pillado. Si bien en la tienda trabajamos con una metodología fiscal intachable, el club es otra cosa…
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Llegué con media hora de antelación a la delegación de Hacienda sita en la calle Guzmán el Bueno 139. Una vez allí, pregunté en el mostrador de información por el despacho al que me debía dirigir.
- Cuarta planta, pasillo D, despacho 2.
Primera, segunda, tercera... cuarta planta. Pasillo A... B... C... y D. Despacho 2, despacho 2... ¿despacho 2?. Pues no había despacho 2. Desconcertado (como Vincent Vega cuando escuchaba la voz de Mia Wallace pero no la encontraba), pregunté a una administrativa, que parecía muy ocupada, dónde estaba el despacho 2. Me respondió con un seco:
- Espere en esa sala, que ya se le llamará.
Pues nada... a esperar se ha dicho.
Una vez allí, comencé a repasar documentos, que llevaba agrupados en carpetas de distintos colores, y algunos archivos en el portátil. Y cada vez que repasaba las cuentas del club de intercambio de parejas y ambiente liberal "Why not...?" -las cuales, por obvias razones de discreción y anonimato, desde un punto de vista fiscal no eran ni perfectas ni ejemplares- sentía como se apretaba un nudo en mi estómago.
De pronto, la administrativa vociferó un sonoro:
- Manuel Fernández, despacho 2,
que provocó que mi corazón se desbocase sin control.
Abrí la puerta, traspasé el umbral... y manteniendo la mirada fija en el suelo, como avergonzado, entré. Una voz femenina, pero de tono grave y autoritario, me ordenó:
- Siéntese, señor Fernández.
Obedecí sumisamente. Tras una enorme mesa... y con cara de pocos amigos... allí estaba la inspectora... que, por lo que pude ver en un pequeño cartel de letras doradas, se apellidaba Arrimadas; un apellido muy liberal, por cierto. Con tono altivo y algo despectivo me preguntó:
- ¿Ha traído la documentación requerida?
Empecé por la parte menos mala del asunto fiscal: la tienda. Busqué en la carpeta las liquidaciones trimestrales del IVA, facturas de los gastos, las nóminas de los empleados, los recibos del alquiler del local. Con extremo cuidado, ordené los documentos, alineando minuciosamente los folios, y los arrastré hacia adelante hasta el otro lado de la mesa, girándolos en el último momento para que pudiera examinarlos mejor.
En cuanto empezó a hojear los papeles, y viendo toda su atención se concentraba en la documentación, alcé mi mirada para ver sus reacciones... Todo parecía ir bien... Y claro, al disminuir la sensación de peligro, poco a poco, el foco de mi mirada comenzó a resbalar por su anatomía... Pelo largo, cayendo sobre sus hombros; facciones algo marcadas, quizás resultado de una intensa actividad deportiva; leve maquillaje; un generoso escote bajo el que se vislumbraban un par de prominentes, turgentes y turbadores pechos, que a duras penas se mantenían dentro de su apretada blusa blanca...
Y así, a lo tonto, a lo tonto, jodidamente me estaba poniendo cachondo en medio de una jodida inspección fiscal...
Tras pasar un par de páginas, me preguntó con cierta brusquedad:
- ¿A qué se dedican sus empresas?
- ¿A qué se dedican sus empresas?
Modestamente respondí:
- Tratamos de satisfacer a nuestros clientes en todos los sentidos... y con todos los sentidos.
Que fue replicado con un severo:
-
Ya veo, ya veo... , mientras blandía en su mano la factura de un
proveedor chino al que pedimos 250 Lovehoney Luxury Rabbit Vibrators.
A continuación, me pidió que justificase unos ingresos del 2015 que aparecían en la contabilidad del club como "asistencia sexual".
Busqué en el ordenador la información de aquel ejercicio económico... y cuando encontré el apunte, me levanté de la silla y bordeando la mesa, me acerqué hasta donde estaba para dejar mi ordenador justo delante de ella.
Pensando que podría necesitar alguna aclaración adicional, permanecí de pie al lado de su silla.
La inspectora Arrimadas, un poco extrañada, giró la cabeza para mirarme y también quizás reprenderme por mi exceso de confianza, con tan "mala" suerte, que su boca quedó a escasos centímetros de mi entrepierna... que en esos momentos ya comenzaba a tener vida propia...
(continúalo....)
Wuauuuuu pero qué sorpresón me acabas de dar con el relato, Manolo, ni te imaginas, y ahora me quedo leyéndolo de nuevo.
ResponderEliminarMuchos besos.
Primero, Sr. Fernández, déjese inspeccionar todo lo inspeccionable y algo más... Una vez inspeccionado... cómasela enterita. Ya verá que de lo requerido sólo quedará una buena declaración de... intenciones.
ResponderEliminarTienes un don exquisitamente maravilloso, para hacernos cómplices de tus letras y de los latidos que florecen y se estremecen según vas leyendo… Así de claro te digo, que quiero más… Nos dejaste con la miel en los labios… Se intuye dura, la administrativa… pero también se intuye que caerá en las redes del latir de la carne…
ResponderEliminarBsoss!
Muy un relato que hace referencia entre otras cosas, al desmadre que hay en las instituciones que no saben ni los que allí trabajan dónde está lo que uno busca. Muy bien el relato, que termina ahí con una calentura jjejje
ResponderEliminarBueno ... el nombre me sacó sonrisas, luego hay que ver cómo el nerviosismo es vencido por el deseo, siempre un placer leerte, Manolo
ResponderEliminar[esa espera va larga]
Besos