Lunes, 22 h. Estaba ya en camisón, recién bañada, dispuesta a ver una peli. Tino tenía una cena de Navidad con los del trabajo y me había hecho con la mantita en el sofá para esperarle...
Suena el móvil.
-¿Sí?
- Hola Vicky, soy Iciar. Quería preguntarte cómo tenéis este sábado… un pez gordo ha picado el anzuelo...
- Pero, ¿qué me dices?, no sólo se me aceleró el pulso, también sentí un latigazo en el bajo vientre. ¿Muy gordo?.
- Sí... ya verás... te van a encantar.
- No sabes cuánto me apetece... Estamos libres sí... ¿qué será cena en tu casa? Ichi, pero dime… ¿quiénes son? ¿Los conozco?
- Son unos amigos... gente vainilla... sin experiencia. Ella un poco más curiosa y lanzada, y él... es un buen chico... un poco cortado...
- Oh, entonces, quizás no se atrevan, o no les guste...
- No te preocupes por eso, Vicky. A lo largo de la cena sondearé con cuidado el terreno y, si son receptivos, en los postres os propondré participar en un juego...
- Cuéntame, cuéntame... - inquirí con malsana impaciencia.
- Es una sorpresa. Sólo te puedo decir que será diferente al que os propuse cuando os iniciamos a vosotros. Seguro que vamos a disfrutar de lo lindo... ¡ah! y no te toques, ¿eh? -dijo con una voz de lo más burlona. ¡Chao!
- Hasta el sábado, ¡chao!
Colgué el móvil con la mano izquierda mientras la derecha descubría bajo el camisón que aquel latigazo había engrasado abundantemente mi sexo.
Me puse en pie como un resorte y corrí hacia la habitación. Abrí el tercer cajón del sifonier isabelino que heredé de mi tía y, desoyendo las indicaciones de Icíar, saqué de su elegante caja mi juguetito favorito: un bonito consolador de vidrio templado que hace un tiempo ella misma me recomendó adquirir.
Poco a poco, fui incrementando la cadencia e intensidad de las caricias hasta llegar a mi punto de ebullición, en el que no me quedó otra que meter de una vez tres dedos en mi coño mientras mi pulgar acariciaba y presionaba frenéticamente mi clítoris. Mi mano estaba empapada por el flujo, que rebosaba abundantemente por los pliegues de mi sexo.
Con la maestría propia de la experiencia, cogí el consolador de la mesa, mientras mi otra mano engrasaba la zona de mi culito para procurar la entrada de lo que en mi mente ya dibujaba como la segunda polla del desconocido del que Iciar acababa de hablarme. Dos dedos esta vez penetraban mi sexo, mientras el frío vidrio, bien dirigido por mi otra mano, buscaba ávidamente la entrada en mi ano. Con gran vehemencia, hundí el dildo en sus profundidades, provocándome un gran fogonazo de placer, al que sucedió una serie de cada vez más intensos orgasmos cuando alterné la entrada de los dedos en el coño, con la salida del consolador del ano... todo ello, sin desantender a mi inflamado clítoris. Gemí, imaginé, vibré con inusitada violencia, y me corrí retorciéndome de placer en el sofá...
La perspectiva del sábado me había puesto a mil.
Perdí el comienzo de la película habida cuenta del cuarto de hora que, como mínimo, había transcurrido, así que decidí ir a mi habitación a leer...
"Ven presto Tino, vuela Tino, que te voy a dar lo tuyo y lo del vecino". Mi mente tarareaba esta broma que tenía con mi hombre y que era lo que él mismo gritaba cuando estaba juguetón. Pero para cuando él regresó, ya estaba dormida... más que placenteramente.
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¿Quién me lo iba a decir a mi? A mi, una mujer tradicional, familiar, deportista, trabajadora, equilibrada en todos los aspectos de la vida... menos en el sexo. En el sexo, no sé si rayaba la enfermedad, o era la edad, o qué, pero las fantasías que continuamente imaginaba me desbordaban en cualquier lugar y momento. Por suerte, pude encontrar a Tino, mi pareja... siempre muy atento y dispuesto. Y fue hace justamente cuatro años cuando me propuso dejar atrás inhibiciones y tabúes para ampliar horizontes sexuales y desarrollar mis fantasías hasta límites insospechados.
Y una de esas fantasías era tener sexo con un desconocido...
- ¿Un desconocido?, preguntó algo extrañado Tino...
- Sí... un desconocido... un completo desconocido que se acerque a mi, lentamente, por la espalda...
Un desconocido que profane mi cuerpo, recorriéndolo con sus manos... sobándome lascivamente sin que yo oponga la más mínima resistencia...
... y es que me genera mucha excitación notar cómo el deseo de poseer mi cuerpo es capaz de desatar su ímpetu, de provocar su codicia...
Y es que me vuelve loca sentir el morbo de que me conduzca hacia el abismo de los placeres prohibidos...
... y que cuando termine su faena, derrame su semen caliente y espeso sobre mi piel...
- Ufff... para, para... me requirió Tino visiblemente excitado.
Pobre Tino, pensé... Me sentí como una niña mala, confesándole mis travesuras, quizás haciéndole daño. Sin embargo, tras una intensa pausa, alivié mi culpabilidad cuando puso fin al silencio preguntándome:
- ¿Y te gustaría que te contemplase mientras se la chupas?
- Uff... eso me pondría supercachonda, le comenté.
Anticipándome a su siguiente propuesta, le pregunté:
- Y a ti, ¿te gustaría verme mientras me folla otro hombre?
Tino se mantuvo en silencio unos segundos, mirándome fíjamente.
- Pues no lo sé... supongo que sentiré algo parecido a lo que sentirías tú si me vieses follando con otra mujer... y esto no sé si te gustaría.
Vaya... pensar en Tino follando con otra mujer no me gustó lo que se dice mucho... y mi excitación se desplomó de 100 a 0 en un segundo. Pero Tino continuó su argumentación:
- ... aunque contemplarte mientras tú disfrutas seguro que me excita muchísimo...
- ¿Y tú? ¿Qué harías mientras?
- Sentarme... servirme una copa...
y, si me lo permites, unirme a tu fiesta...
Su respuesta que volvió a ponerme a 100 en un segundo.
- ¿Me estás sugiriendo que probemos un trío? - pregunté con inusitada curiosidad.
- Sería una opción muy interesante... - respondió Tino con un tono enigmáticamente incitante.
¡Un trío! No entraba en mis planes, de hecho y, en todo caso, tendría que ser con dos hombres, porque el sexo femenino no me despertaba absolutamente la líbido. Tras largas y tendidas conversaciones con Tino, llegamos a la conclusión de que la mejor forma de empezar sería probar a compartir sexo con otra pareja, acordando que ni ella me tocaría, ni viceversa. Tampoco quería yo nadie demasiado versado en estas lides para poder estar cómoda. Lo ideal sería una pareja que, como nosotros, quisiera iniciarse en algo parecido… Tino estaba convencido de que no resultaría difícil encontar a alguien dispuesto a ello. Y así, acordamos que, sin prisa ninguna, estaríamos alerta para encontrar y conocer a quienes pudieran acompañarnos en nuestra aventura… Estábamos a la caza de una pareja abierta, elegante y curiosa… Y pensando, pensando en posibles compañeros de aventura, recordé a Icíar.
La conocí en una divertida merienda a la que nos invitó una amiga común del gimnasio. Cuando llegamos, allí estaba ella, elegante y escultural, tratando de explicarnos las últimas novedades en artículos y lencería erótica.
Describía con gran naturalidad todos los juguetes y artilugios que traía en un maletín de Loewe que no parecía tener más que doble fondo: y eso ¿por dónde se mete?... ¿Que ese gel te hace tener un orgasmo en tres minutos? Esto hay que probarlo… Todo eran ocurrencias, a las que Icíar, pacientemente, daba cumplida respuesta.
Reíamos sin parar. Yo no podía con las explicaciones de Icíar: ¡qué cosa más divertida!.
Quien más y quien menos compró que si esposas, geles, dildos, plugs... Yo me interesé por un consolador de vidrio templado, muy elegante y bonito... aunque algo caro. Tenía algunas dudas sobre su compra, ya que, al no tener vibrador, podía resultar aburrido y acabar defraudándome. Icíar replicó amablemente a mis objeciones y me explicó que era ideal para simular una doble penetración y que jugando con la temperatura podría multiplicar el placer. Mi entendimiento solo escuchó, alto y claro: "doble penetración", así que aproveché un momento en el que todas estaban hablando, para llevarme a Icíar al salón y preguntarle por más detalles al respecto. He de reconocer en Icíar su capacidad para tratar asuntos delicados, ya que no sólo comprendió perfectamente mis dudas y temores... sino que me proporcionó una serie de pautas muy útiles para experimentarlo y dominarlo en los planos emocional (sin juguete, ¿podía ser eso una proposición?) y sexual.
Y dado que en la "educativa" merienda, nos intercambiamos teléfonos... y ahora volvía a necesitarla, me lancé y la llamé para explicarle nuestra nueva fantasía, pedirle su ayuda... y su participación... y la de su pareja...
Renglón a renglón va subiendo la pasión y el deseo que te envuelve en este relato. Pero me quedo con la intriga de como resulta la cena del sabado.
ResponderEliminarBesos.
Lunna.
Lunna, gracias por tu visita...
EliminarLa cena parece que va a ser divertida... Hay muchas ganas de pasarlo bien... experimentando... tanteando... probando...
Quizás al principio será necesario crear el clima adecuado... pero estoy seguro de que los comensales lo disfrutarán.
Un beso.
Mmmm sin palabras me has dejado y yo por poco me pierdo esta *fiesta*.
ResponderEliminarUn beso.