Tras varios intentos, al fin pudimos quedar con Icíar y Jesús con la excusa de jugar un partido de tenis, tras el que les invitaríamos a comer en nuestra casa.
Nos citamos directamente en el Club de Tenis de Miraflores. Tino y Jesús congeniaron inmediatamente, lo que allanaba el camino para nuestros planes. Para incentivar el morbo, decidimos jugar el partido intercambiando parejas: Icíar y Tino en un lado, Jesús y yo en el otro.
Lo cierto es que nuestro nivel era infinitamente superior al de ellos, por lo que de forma natural surgió un muy buen rollo y complicidad entre nosotros. Así, cuando servía Jesús y yo me ponía delante, en la red, agachada, éste me piropeaba diciendo que mi corta faldita no le dejaba concentrarse... o cuando conseguía un punto con mi revés a dos manos, me daba un azotito de aprobación en el culo... nada inocente.
Decidimos no hacer sangre en el otro bando. Tino e Icíar hacían lo que podían, aunque también se divertían: mi chico ayudaba a Icíar a mejorar algunos golpes, poniéndose detrás de ella, sujetándola por la muñeca y restregándose, con descaro y poco disimulo, contra sus (imagino) duros y torneados glúteos... La verdad es que me costó un poco aceptar el mamoneo que se traían los dos, pero llegados hasta este punto, lo mejor era no rayarse y seguir adelante.
Tras ducharnos y cambiarnos, cogimos los coches y nos dirigimos a casa.
Habiendo sido educadas en un rancio heteropatriarcado machirulo, Icíar y yo acordamos la distribución de tareas a la manera clásica: los chicos se encargarían de la barbacoa, en el jardín, y nosotras, de preparar la mesa, las ensaladas y los postres. Aproveché que estaba a solas con Iciar para interesarme por sus impresiones. Asintiendo con la cabeza, me indicó que Jesús estaba encantado con nosotros... y que yo le había parecido muy atractiva, lo cuál provocó que me ruborizase y empapase a partes iguales.
Y ya que estábamos con confidencias, le pregunté:
- Oye... y... tú... eh.. a ti... ¿no te importa que Jesús lo haga con otra mujer?
- Pues claro... aunque me preocupa más que lo haga con un chico, jajaja.
Icíar siempre tenía respuestas para todo... Sonreí cómplicemente con ella, convencida, en aquel momento, de que se trataba de una gracia...
- Por cierto, Vicky... tu chico está estupendo.
- Tino también piensa lo mismo de ti -repliqué sin meditar mucho la respuesta, tratando de corresponder a su "cortesía", y mintiendo, pues Tino y yo no habíamos comentado nada al respecto.
De pronto, empecé a pensar en que Icíar, con la que estaba hablando tan confiadamente, iba a tirarse a mi chico, lo cual secó bruscamente mi antes húmeda excitación y despertó en mi una extraña sensación de desasosiego, que ella detectó al instante.
- No te preocupes, Vicky, que no te lo voy a robar. Además, lo que pase en Miraflores, se quedará en Miraflores, ¿vale?
Tino, con un estentóreo y desafinado: ¡chicas, ya está la barbacoa, la barbacoa!, puso fin a nuestra conversación.
La comida estaba estupenda... y el vino que trajo Icíar, delicioso... Y entre el calor, el regustillo de la carne y la alegría del alcohol, nos desinhibimos un poco... lo que provocó que las conversaciones fuesen subiendo de temperatura...
Y en una de ellas, la descarada Icíar va y me pregunta por el consolador de vidrio templado... Casi me atraganto con el vino.
- Pues... no sé... bien... ¿no?
- Y a ti, Tino, ¿te gusta?
- No lo he probado... aún, jaja -respondió con su típica socarronería. Por cierto, Icíar, y te pregunto como experta en la materia, ¿cuál es tu juguete favorito?
- Pues tengo uno que le encanta a Jesús, ¿verdad, cariño?... -replicó con malicia Icíar, a la vez que Jesús daba un casi imperceptible respingo en la silla. Aunque últimamente, con lo que juego mucho es con la lengua.
- ¿Cómo? -preguntó Tino, confundido al no entender el juego de palabras.
Pero Icíar entendió ese "cómo" como un adverbio conjuntivo de modo.
- Mira, así...
Icíar miró a Jesús, y éste mojó uno de sus dedos en la copa de vino y lo extendió hacia adelante... E Icíar, para nuestra sorpresa, comenzó a chupárselo...
- Ya veo, ya veo... - comentó Tino mientras hacía un gesto de aprobación asintiendo con la cabeza.
Icíar, me miró... y, con un cierto aire retador, me preguntó:
- ¿Quieres probar tú?
Icíar se había vuelto loca... y yo estaba algo confundida y muy turbada. Miré a Tino, pretendiendo que se involucrase en el juego, pero el ladeo de su cabeza era una clara señal de que rehusaba mi envite. Miré a Icíar, y me llevó con su mirada hacia Jesús. Miré a Jesús, y éste volvió a empapar su dedo en vino... Volví a mirar a Tino... y, con su habitual discreción, arqueó levemente las cejas a la vez que encogía los hombros. Vamos, que la decisión dependía de mi.
Y como habíamos venido a jugar, me levanté, me incliné sobre la mesa, y comencé a lamerle... el dedo...
Y lo hice con tanto empeño y entrega, que Icíar, viéndose superada en la osadía, tuvo que pedirme que parase.
Después de mi frivolité, Tino se levantó de la mesa con el aparente propósito de recoger los platos del postre... Yo también me levanté, con la excusa de ayudarle, aunque lo que quería era saber cómo estaba. Icíar y Jesús se ofrecieron también a recoger, pero les recordé que eran nuestros invitados, por lo que no debían preocuparse de nada. Ya en la cocina, a solas con Tino, le solté un ¿qué tal?, para sondearle. Para mi alivio, no estaba enfadado ni molesto. Al contrario. Le había excitado muchísimo verme haciendo una felación, aunque se tratase de una simulación en diferido sin finiquito. Mmm... mi Tino es un encanto. Así que lo abracé y le besé en la boca, mientras mi lengua jugaba tentando a la suya.
Volvimos al salón, muy sonrientes. Tino pinchó una selección de música chillout y nos preguntó si nos apetecía tomar unos refrescantes mojitos en la piscina, propuesta que se aprobó por aclamación. Y mientras los preparaba, aprovechamos el impasse para cambiarnos y ponernos los bikinis y bañadores...
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