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3/12/21

Polvos mágicos...

Nos pareció curiosa aquella tiendecita de la Habana Vieja.

En la puerta estaba su dueña, Juana, una venerable anciana santera que fumaba un enorme puro sentada en una mecedora que crujía cada vez que se balanceaba. Vestía completamente de blanco: sayuela y saya bordadas, blusa en mangas, quilla... El contraste lo ponían una flor roja en el turbante y las cuentas de sus collares y pulseras, en honor a los santos orishas. 

Juana nos invitó a pasar. Aceptamos. Se incorporó, no sin cierta dificultad, y se dirigió al interior, caminando pesadamente, dejando tras de sí una densa estela de humo.  

La seguimos y entramos. Las damas primero (ya sabes lo que disfruto viendo tus andares).

La tienda estaba envuelta en una misteriosa semipenumbra, rota por la temblorosa luz de multitud de velas. Impregnaba el ambiente un aroma intenso, quizás emanado por las velas, o por un incensario que no logramos localizar. En todo caso, la sensación era agradable, y quizás también algo narcotizante. 

Empezamos a examinar el variado género que había en la tienda: pilones y tambores para invocar a Shango, bateas soperas para Orula, irukes de Obatalá, copas agere para el culto a Ifa, semillas, hierbas, velas...

Nos llamó la atención unas pequeñas figuras femeninas que estaban sobre un pequeño altar. Juana nos explicó que se trataba de Yemayá, diosa del mar, y según la tradición Yoruba, de la maternidad y de la fertilidad; y de Oshun, diosa del agua dulce, de la feminidad voluptuosa y del amor sensual. Obviamente, satisfechas nuestras cuotas de maternidad y paternidad, le manifestamos nuestra predilección por la segunda... 

Si algo sabía Juana hacer muy bien era leer entre líneas... Nos hizo pasar a la trastienda y nos ofreció algo que, según ella, nos haría volar muy alto. Rebuscó en una mesa hasta encontrar una llave con la que abrió un cajón, del que sacó un pequeño frasco que contenía una especie de sales de color jade, que eran necesarias para el rito del Ebbó Misi en honor a Oshún.

Según nos indicó, el Ebbó Misi requería llenar una bañera con agua, en la que mezclaríamos un poco leche, miel, canela en polvo y unas gotas de aceite de almizcle. Después, habría que echar pétalos de flores amarillas, que se lavarían y estrujarían para que soltasen su esencia. Finalmente, habría que verter cuidadosamente las sales, que al mezclarlas con el agua endulzada generarían una abundante espuma. Una vez preparado el baño, se encenderían 2 velas perfumadas en honor a Oshún, a la que habría que solicitar su bendición y, en silencio, darle conocimiento de un favor que deseemos.

Y como prueba de nuestra devoción y merecimiento, tendríamos que sumergirnos en el agua durante al menos un minuto, sin poder respirar. Este ritual, caso de hacerse correctamente, sería interpretado por Oshun como una ofrenda sincera a la que respondería concediendo la gracia solicitada... Sólo había una limitación: el favor de Oshun dejaría de tener efecto al finalizar el día... volviendo todo a ser como antes.

Joder, pensé para mis adentros: un minuto de apnea y 24 horas de placer. Sin duda merecia la pena. Tras un breve y cómplice cruce de miradas a modo de confirmación, no tuvimos ninguna duda y nos hicimos con esos polvos mágicos para usarlos a nuestro regreso (si es que no nos los confiscaban en la aduana)...

2 comentarios:

Sólo faltan tus palabras...

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