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15/9/22

La duda del cuñao…

Mediterráneo, tierra de pasión 
Mediterráneo, ruta de calor 
Mediterráneo, eterno verano al sol...

Nos merecíamos un descanso... sin agenda... prisas... ni compañía.  Solos los dos. 

La soledad duró un par de días. 

La hermana menor de Carol, Marlene, llamó para preguntar si nos importaba que pasase una noche con nosotros antes de proseguir viaje a Ibiza. Poco tenía que decir yo, ya que el apartamento era de mis suegros.

Llegó al mediodía. Le dimos la bienvenida con un arroz a banda en Ca'Miquel. 

Volvimos a casa, nos cambiamos y bajamos a la playa. 

Para mi sorpresa y regocijo, el biquini de Marlene era tan breve y escueto, que por detrás apenas podía deducirse que llevase algo puesto. Diez años menos, ausencia de partos y libre de una aburrida vida matrimonial permitían que Marlene hiciese gala de un tipazo muy agradable para la vista... y más, intuyo, para el tacto.

En cierta forma, era un cuerpo "conocido", ya que procedía del mismo molde que el de Carol. Sus tetas eran de parecido volumen, aunque parecían más turgentes... Supuse que reaccionarían de forma similar a una caricia... o a un suave pellizco en el pezón. También reparé en sus nalgas, redondas, tersas y endurecidas (supongo, por la práctica de algún deporte), y apenas cubiertas por el minúsculo tanguita que tan de moda se ha puesto este año. Empecé a elucubrar cómo responderían al untarlas en crema bronceadora, pero para acallar una inoportuna erección en plena playa, corté por lo sano tales lúbricos pensamientos.

Por la noche fuimos los tres a cenar al puerto. Después, tomamos unas copas en el chill-out del Beach Club Bahía, uno de los chiringuitos de la playa, que esa noche estaba amenizado por un grupo de salsa cubano. Pero Carol estaba cansada, y nos dijo que prefería volver a casa. Cuando me iba a levantar para acompañarla, me indicó que me quedase con Marlene y que la acompañase después a casa, como buen anfitrión.

Bueno, una copa más, y nos retiramos, le dije a Carol, mientras Marelene asentía.

Ausente Carol, Marlene empezó a hablar con más soltura... y a beber con más alegría. Y a la copa que establecía el límite inicial, le siguió otra... y otra.

Marlene estaba un poco pedo... y con el ruido de la música, empezó a hablarme al oído, acercándose más de la cuenta.

- Confiésalo...  Te pongo cachondo...  Te pone cachondo imaginar si tengo tanto arte chupándotela como mi hermana...

Abrí los ojos como platos... y un impetuoso torrente de sangre volvió a inundar los cuerpos cavernosos de mi polla.

- ¿Quieres que te cuente un secreto?

Me temí lo peor… o lo mejor… o las dos cosas a la vez.

- Cuéntame, respondí con musicalidad, al estilo Fórmula V.

- Muy bien, cuñao: una vez, y hace no mucho tiempo, las dos chupamos la polla de alguien que conoces... ¿Te gustaría probar?

Dos, y no una, dudas me asaltaron: ¿cómo sería la sensación del placer bilingüe? ¿y quién sería el afortunado hijoputa que lo disfrutó antes que yo?

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