Volví a aquel salón... y en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veíase el arpa.
La acomodé entre mis piernas y la abracé... Cerré los ojos… Su perfume me hizo recordar…
Sabía que si rasgaba sus cuerdas volvería a sonar esa melodía que, lejos de amansarla, despertaría a la fiera...
Pero ya había llegado demasiado lejos como para ahora renunciar a sentirla... así que concedí libertad a mis dedos y mis manos...
Y ahora, si usted me lo permite, omitiré ciertos detalles de lo que allí aconteció y me centraré en el final de esta historia...
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Ya no podía aguantarme más... y bastante fue para el excitante repertorio, plagado de viejos éxitos pero también de nuevas y sorprendentes composiciones de posturas, gestos, palabras y hechos (no quise saber dónde, cómo y con quién los habrías practicado), que me ofreciste desde el primer momento.
... y para ti
ResponderEliminarEl estallido propio de la múltiple excitación
Un abrazo, Manolo
Todo es en ti, por ti, para ti... (añade la preposición que más te guste). Gracias, Mujer de Negro, por tu visita y comentario
ResponderEliminarSi todas funcionan, ¿por qué solo una?. Gracias a ti, Manolo
ResponderEliminarPor un fin de semana magnífico