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27/6/18

Aquí... y ahora. (9 de 9)

(viene de aquí; escribe Gema)
 
Conozco a Icíar desde que éramos niñas, y aunque hemos tenido épocas con menos relación, especialmente después de mi maternidad, lo cierto es que siempre hemos mantenido el contacto. Icíar siempre ha sido muy "echá p'alante" y muy pragmática a la hora de alcanzar lo que desea. Y con ese pragmatismo ha conseguido un envidiable status social, laboral y personal, asignando a su pareja, Jesús, un papel de colaborador necesario, con mucha plaza y poco mando. Pero él la adora y acepta complaciente su rol secundario, a pesar de algún que otro desliz veraniego, del que puedo dar fe...

Y la fe es lo que he perdido con David... Con los años, ha ido perdiendo pasión, vigor e interés, justo al revés que yo. Y ahora que los chicos son ya mayores, necesito recuperar el tiempo perdido, porque la vida es un momento y quiero aprovecharlo al máximo. Así que estoy en modo on, abierta a nuevas sensaciones y experiencias. Aunque, para qué engañarnos, a veces lo que necesito es algo más básico, más primario... como una mirada que me desnude, o ser seducida con una proposición indecente... o, simplemente, que un hombre de verdad me empotre, ebrio de deseo, contra la pared.

Y quiero conseguirlo, e Icíar va ayudarme...

Y su ayuda consistió en organizar una cena a la que teníamos que acudir elegantes y con la mente muy abierta. Fue allí donde conocimos a Vicky y a Tino.

Mi primera sensación al ver a Vicky, así, enfundada en ese vestido granate tan apretado y tan escotado, no fue demasiado positiva, e intento ser suave. Es más, cuando vi que Davicín baboseaba al verla caminar a su lado, empecé a considerar muy probable que se dedicase al oficio más antiguo del mundo. Con todo, era una mujer espectacular... tan alta y esbelta... y, por lo mucho que dejaba ver su escaso vestido, sin una maldita señal de grasa o celulitis. 

Tino, en cambio, parecía muy elegante y equilibrado... Tenía muy buena planta y mejor percha. Y fue escuchar cómo hablaba, con calma pero sin pausas, y empezar a sentirme atraída por él.

Icíar nos invitó a que nos sentásemos a la mesa... En cuanto lo hicimos, hizo sonar una campanilla, y, sin que hubiese reparado antes en su presencia, un hombre y una mujer, ambos de aspecto asiático, nos trajeron unos aperitivos. Icíar nos indicó que se trataba de piruletas de pistacho, crocante de maíz con guacamoles, fardos de calamar con vinagreta en su propia tinta y de bocadillos huecos de jamón ibérico.

Después nos sirvieron unas exquisitas ostras acevichadas con espuma de champagne y un extraño caviar blanquecino que estaba exquisito. Por si esto no fuese poco, para el plato principal podíamos elegir entre pescado o carne. Vicky, Icíar y yo elegimos rape con habitas a la menta, y los chicos, obviamente, se decantaron por la pechuga de pato en escabeche ligero al vino y aire de limón. En cuanto a los vinos, las chicas nos tomamos un riquísimo y fresco albariño Terras Gauda del 2014, y los chicos se regocijaron con un Ribera del Duero: Pingus del 2015. Para finalizar, Marcelo y Rosa (que así se llamaban los asistentes filipinos), trajeron lo que Icíar denominó como "pequeñas locuras": un surtido de bombones de cardomomo, crocant de chocolate, coco y frutos secos y unos deliciosos mini macarons de pistacho y mojito. En cuanto fuimos servidos, Icíar indicó a la pareja filipina que se tomasen el resto del fin de semana libre.

Ya a solas, y con los postres aún en la mesa, Jesús e Icíar se levantaron de la mesa. Jesús nos sirvió lo que yo pensaba que era cava, y que en realidad era una botella de un vino espumoso italiano: Follador Valdobbiadene Superiore. Qué soez, pensé por un momento: tanta elegancia y pijerío para acabar con semejante ordinariez. Aunque debo reconocer que el primer sorbo me convenció de lo acertada que era tal elección. Icíar también regresó al salón; traía algo en las manos: eran unos lápices de labios y 6 antifaces para dormir, supuestamente uno para cada uno de nosotros. Y sin mediar más prolegómenos, nos propuso participar en un juego.

Lo primero que hizo fue situar a los chicos a un lado de la mesa. Después, les pidió que se pusiesen los antifaces. Tras cerciorarse de que ninguno veía, se acercó a nosotras y nos indicó, marcando con el dedo índice delante de los labios una señal de silencio, que nos sentásemos enfrente de quien quisiéramos: Vicky se puso delante de Jesús, y yo delante de Tino. Icíar, que aún no se había sentado, comenzó a hablar:

- Seguro que sois muy detallistas y os habéis fijado mucho en vuestras chicas... Aunque también es posible que se os haya escapado alguna miradita a algún escote ajeno... ¿eh, pillines?.  Bueno, es normal: estáis con las mujeres más bellas, seductoras y atractivas del planeta, jaja.

Mientras escuchaba expectante la perorata de Icíar, aprovechaba que los chicos estaban "cegados" para examinar y deleitarme con las varoniles facciones de Tino... Por un momento pensé en la posibilidad de que podría dejarse llevar por el calor del momento para explorar con uno de sus pies el interior de mis muslos... y mi... y...  uf... con mi mente acalorada y confusa por el vino espumoso Follador... empecé a imaginar cómo sentiría dentro de mi la espuma caliente de Tino, el follador...  Y al ver que esa posibilidad podría hacerse realidad esa misma noche, una corriente eléctrica recorrió mi vientre, produciéndo una importante marejada en mi entrepierna, que humedeció al instante mis braguitas.

Icíar prosiguió con su discurso...

- Bueno, pues estos bellezones llevan, al menos, dos prendas en común... y no os hagáis los graciosillos pensando en la más obvia, ¿vale?

David señaló rápidamente la menos obvia: - sí, es un pañuelo.

- Muy bien, chico listo: tres puntos. Pues esos pañuelos están ahora delante de vosotros, en tres platos cubiertos por un cloché para que se intensifiquen las fragancias que desprenden. Lo que tenéis que hacer es adivinar, por el olor, si es, o no, el de vuestra pareja. Responderéis en silencio, haciendo un gesto afirmativo con la cabeza si creeis que es de vuestra chica, y viceversa. Si os equivocáis, vuestra chica tendrá que quitarse la otra prenda que tenemos común para usarla en el siguiente reto... En ambos casos "no" se os indicará si habéis acertado o fallado, ¿de acuerdo?

Tras proporcionar las instrucciones del reto olfativo, Icíar se acomodó en el asiento que quedaba libre. No sé por qué, pero estaba segura de que Davicín no acertaría. Y así fue: levantó el cubreplato, olisqueó el pañuelo, pero me confundió con Vicky. Sin embargo, Tino y Jesús sí acertaron, o quizás tendría que decir "no se equivocaron" al concluir que ninguno de los pañuelos correspondía a su respectiva pareja. Así que fui yo la que tuve que quitarme mis aún empapadas braguitas, ponerlas en un plato y cubrirlas con un cloché para la siguiente prueba. Empecé a pensar seriamente en si no estaban compinchados todos...

Icíar rellenó tres copas de Follador y nos indicó -a Vicky y a mi- que se las sirviésemos al chico que teníamos enfrente. Pero antes, tendríamos que, como ellos, ponernos los antifaces. Tanteé con cuidado el borde de la mesa, y me acerqué hasta donde estaba Tino... Ahora, mis manos y mis dedos eran mis ojos... El primer contacto fue con su hombro izquierdo; después, mis dedos recorrieron el borde de su calvícula y alcanzaron su cuello... No pude evitar acariciarlo... y excitarme, sobre todo al sentir cómo se activaba su musculatura cuando, quizás por la intensidad del momento, tragó un poco de saliva. Mi mano avanzó colgando bajo su mandíbula... sintiendo los chispeantes pinchazos de su incipiente y áspera barba...  Finalmente, la ahuequé bajo su angulosa barbilla para apuntar mejor y evitar desperdiciar ni una gota del burbujeante Follador. Coloqué el borde de la copa en sus labios y la incliné levemente para que pudiese sorber su contenido. Tino bebía lentamente, sin prisa... cuando, de pronto, sentí una de sus manos reptando insolentemente bajo mi vaporosa falda hacia mi desprotegido sexo... que, en cuanto sintió el contacto de la lúbrica caricia clandestina, respondió con un húmedo torrente de impetuoso deseo. 
Pero Icíar siguió con su jueguecito...

- ¿Os ha gustado? Bien... pues vamos a subir la apuesta. Chicas... sacaos el antifaz y volved a vuestros asientos. Chicos... ha habido uno de vosotros que no ha superado el reto del pañuelo. Por tanto, la prenda más íntima de su chica está ahora sobre un plato, cubierto por un cloché para preservar su aroma. Como antes, sólo podréis emplear el olfato para adivinar a quién pertenecen. Con el lápiz de labios, escribiréis la inicial de la propietaria en vuestra servilleta...  y ella planteará al que acierte, o a los que acierten, un reto que tendrá, o tendrán, que cumplir. Si no estáis seguros, podéis dejar en blanco la servilleta. Pero si falláis, tendréis que desnudaros totalmente¿Os atrevéis?

Bueno... había un tercio de posibilidades de que me toque David... e idéntica probabilidad de que me toque Tino... o Jesús... o ambos... o los tres. Pero lo que quería es que el destino... ay, mi destino, conspirase para que me tocase... Tino, naturalmente.

El primero en catar mi prenda fue mi Davicín. Y otra vez, dominado por la tentación, escribió una V. El muy ingenuo pensaría que estaba escribiendo la V de Victoria, cuando, en realidad, lo que había escrito fue la V de vencido. El siguiente fue Jesús. Retiró el cubreplatos, se inclinó hacia adelante, inspiró y, tras unos momentos de vacilación, comenzó a trazar en su servilleta una línea circular que, cuando la vi, suponía que acabaría convertida en una G. Pero, para mi asombro, cerró el círculo y lo atravesó con una línea recta, indicando con esa ø de carmín que no sabía a quién pertenecía. Tino cerraba el turno... Retiró el cloché y se acercó al plato, tanto que su nariz rozó el tejido empapado de mi braguita. Inspiró profundamente... y se echó hacia atrás, apoyando la espalda en el respaldo de la silla. Juntó sus manos, frotándolas un poco, y las puso delante de su boca, como si estuviese rezando, en lo que podía ser un gesto normal de meditación. Pero, no. Tino no estaba reflexionando... Tino estaba oliendo los dedos que poco antes habían profanado mi sexo... para confirmar, con una enorme G de carmín, que esa prenda era la mía. Un chorreante latigazo de excitación bajó por mi entrepierna... A pesar de que hervía en mi vientre el deseo, me mantuve en silencio. Dios... ¿y ahora? ¿qué reto podría plantearle?

Y mi imaginación comenzó a volar... Quizás, podría pedirle que me acompañase a una de las habitaciones en donde degustaría el exquisito manjar que hay entre sus piernas...

 
O quizás, le pediría que dejase que mis manos masturbasen su polla entre mis tetas, hasta povocar que se corra sobre mi...

O, simplemente, quedarme a su merced y dejarle que haga conmigo lo que quiera...

 
 O ya puestos, le pediría que me follase allí mismo, delante de David... y de Vicky... y de todos. 
Icíar pidió a los chicos que se quitasen los antifaces para ver el resultado del reto... Tan cegada estaba con la expectativa de sentir la hombría de Tino, que no reparé en el rostro desencajado de mi pobre David, comprobando que había fallado otra vez, y que era otro el que estaba a punto de disfrutarme...

Icíar, la maestra de ceremonias, se levantó de la silla y se dirigió a mi:
- Gema, hay un ganador del reto... y ahora debes exigirle que proporcione cumplida satisfacción a tus deseos.  

Después, mirando a David, le indicó:
- Pero antes de nada.... David, ya que no has superado el reto, tendrás que desnudarte... 

Y David, a regañadientes, obedeció... y fue despojándose del traje de Armani... de la corbata de tonos azules... de la camisa de botones plateados... de los pantalones... y, tras la indicación de Icíar de que el desnudo tenía que ser integral, también de sus gayumbos... 

Icíar, prosiguió con su papel de reina de la fiesta:

- Y ahora, David, ponte el antifaz. Vendrás con Vicky y conmigo a una estancia en la que te someteremos a unas pruebas que tendrás que superar...  

Por un momento, y viendo que Vicky participaría en esas pruebas, la cara de David se iluminó. Resultó algo cómico, o quizás kinky, ver a Icíar, Vicky y David desfilando por el salón, hacia la planta baja: Icíar abría la comitiva y Vicky conducía al cegado David sujentándolo por la polla.

Por fin, ya a solas con Tino (¿y Jesús? ¿dónde está Jesús?), mi calenturienta imaginación se liberó de todo freno o precaución.

No entraré en detalles de lo que hicimos Tino y yo... ya que se puede imaginar fácilmente. Y tampoco relataré qué sucedió cuando apareció el desaparecido dueño de la casa...

En cuanto a David, desconozco a qué pruebas fue sometido por las perversas Vicky e Icíar... Lo que sí sé es que ahora encuentra placer en donde antes no imaginaba que se podía encontrar... 

Y esto me complace... aunque no tanto, como cuando, alguna semana que otra, recibo el escueto mensaje de Tino, o de Jesús, o de ambos... con las tres palabras que más me excitan: "aquí... y ahora".


Fin 

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