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1/4/25

C’est la vie…

Es un juego sin tregua, sin opción que escoger.

Es una amante apasionada y cruel…

Que te envuelve en su danza, que te seduce,.. 

que te arrastra… que te ata… que te hace caer…

Vivirla es abrazar sus contradicciones y aceptarla tal cual es.

Porque ella no cambia, ni cede… siempre lo haces tú.

C’est la vie…

Quizás llegue un día, cuando menos te lo esperes, 

el que te muestre una luz… en el que te seduzca con una melodía 

que despertará en ti una emoción… 

un sentimiento... un deseo…

que mantendrá viva la llama en tu corazón…  

y que erizará tu piel… ansiosa por vibrar, otra vez, de placer.

9/3/25

Pandemia qarnal…

Imagina un mundo golpeado por una nueva pandemia, una que no respeta fronteras, mascarillas ni promesas de vacunas. 
 
Tras años de investigación desesperada, científicos filipinos, han conseguido demostrar que la inmunidad sólo es posible teniendo relaciones sexuales. Pero no sirve con tu pareja de siempre, porque el cuerpo la reconoce, la detecta y los anticuerpos que ha ido generando a lo largo del tiempo no activan la respuesta inmune. Solo las relaciones sexuales con alguien diferente, con alguien nuevo pueden superar esa "resistencia" y despertar la protección necesaria. Además ha de ser consentido, porque de lo contrario la inmunidad no se activa. Así que la clave está en la novedad, dando igual el color o el sabor, y en no fallar (o no follar) un día, porque si no encuentras a alguien, te enfrentas a una cuarentena estricta. El sexo ya no es placer, sino supervivencia, que ha de ser renovada constantemente. 

El orden mundial se tambalearía. Las ciudades se convertirían en hervideros de deseo y caos, las relaciones humanas se redefinirían en un torbellino de necesidad y pragmatismo. La moral tradicional se hace añicos; la fidelidad, el "hasta que la muerte nos separe" se convierten en un lujo obsoleto, un recuerdo de tiempos remotos. Los prejuicios se deshacen como papel mojado: el vecino que nunca miraste, la persona que juraste evitar, de repente podrían ser tu salvación. Y al revés, quienes te despreciaban podrían buscarte con ojos nuevos.

El poder cambia de manos. Los carismáticos, los audaces, los que saben navegar este nuevo mundo de carne y confianza, ascienden. Los gobiernos intentan regularlo, pero ¿cómo controlas algo tan instintivo y primitivo? Aparecen mercados clandestinos de "parejas verificadas", aplicaciones que te emparejan según compatibilidad inmunológica, y hasta cultos que veneran el acto como un ritual sagrado. Las calles vibran con una mezcla de tensión, liberación y peligro.

Y en medio de este torbellino pandémico, un intruso inesperado, un efecto secundario: el amor. Oh… siempre está ahí, oculto, agazapado… Para evitarlo, intentas actuar con pragmatismo frío, casi como un trámite. 

Con la vecina, por ejemplo, esa mujer que siempre te saluda con un gesto seco mientras riega sus plantas. No es tu tipo, no te mueve nada, pero está cerca, es conveniente, y ella también necesita cumplir el requisito. Así que lo haces: un acuerdo tácito, mecánico, robótico. "Por sobrevivir", te dices, mientras intentas no mirarla demasiado a los ojos. Pero entonces, en medio de esos encuentros supuestamente fríos, algo pasa. Una risa torpe, un roce que no esperabas, una confesión casual mientras se visten rápido para volver a sus vidas. Y de pronto, mierda, sientes algo. ¿Enamorarte? ¡Vaya putada! Justo cuando intentabas mantenerlo todo en piloto automático, tu corazón traicionero decide meterse en el juego. Ahora cada encuentro es un tira y afloja entre la necesidad de inmunidad y el deseo de que ella te mire como algo más que un medio para un fin. 

O imagina el otro lado: te ofreces a “ayudar” a alguien que te ha tentado desde hace tiempo. Esa compañera del trabajo que sonríe con tus ocurrencias y por la que sientes un deseo inquietante de estar a solas con ella… y lo que surja. O esa madre del amigo de tu hijo con la que coincides los veranos en la playa y por la que siempre has sentido una atracción contenida. Ella buscaría en su agenda... un donante de inmunidad… ve tu foto, y te llama, nerviosa, apurada… y tú aceptas, cómo no, convenciéndote de que es un gesto noble por culpa de la pandemia. Pero en el fondo, sabes que es una mentira piadosa porque la deseas. El primer encuentro te incendia por dentro, y aunque debería ser solo un trámite, algo pasajero, sientes un chispazo y ansías que haya algo más. ¿Y si ella también lo siente? ¿Y si este mundo desquiciado te brinda la oportunidad de acercarte a alguien a quien has deseado en silencio? Pero las reglas son las reglas: mañana, ella estará con otro, y tú también. El amor, en este caso, es una tentación peligrosa, un lujo a evitar porque te puede romper.

Y luego está el dilema que te quema por dentro: ¿y qué pasa con tu pareja? La persona con la que compartías todo antes de que el mundo se volviera loco. Ahora, cada día, otro tiene que inmunizarla. ¿Cómo lo aceptas? Al principio, intentas racionalizarlo: es por su vida, por la tuya, por los dos. Pero la imagen se cuela en tu cabeza: alguien más tocándola, alguien más siendo su salvación. Una tarde, el vecino cruza el umbral de tu casa, con esa sonrisa nerviosa que dice que sabe lo que viene. ¿Qué haces? ¿Te quedas, fingiendo leer un libro mientras el ruido del dormitorio te atraviesa? ¿Te vas, dando un portazo para no imaginarlo? ¿O miras furtivamente por la rendija de la puerta, atrapado entre el rechazo y una curiosidad que no confesas?


Peor aún: tu mujer, que nunca fue muy sexual, que siempre parecía cumplir contigo por rutina, se transforma con él. Lo oyes, lo ves: se apasiona, le hace cosas que contigo nunca hizo, movimientos y gemidos que no sabías que llevaba dentro. ¿Lo resistirías? ¿Podrías mirarla después sin que te carcoma la rabia o la impotencia? 

Algunos dicen que no quieren saber, que prefieren fingir que no pasa. Otros sienten un morbo extraño, una curiosidad enfermiza y malsana. ¿Y si lo vieras? ¿Y si, contra todo pronóstico, ese pensamiento te engancha, te excita incluso, y te descubres atrapado entre el asco y el deseo? La pandemia no solo rompe cuerpos; destroza lo que queda de tus certezas.

El amor, el morbo y la supervivencia se enredan en un caos imposible. La vecina que no te atraía te atrapa con su vulnerabilidad. Esa persona que deseabas te tienta aún más. Y tu pareja, entre celos y pasiones nuevas, te empuja a decidir: ¿te dejas llevar o luchas por no sentir nada en este mundo roto?

¿Qué harías tú? ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar?

20/2/25

Una rendija…


La puerta. Testigo de lo que fuimos.  
Tras el umbral, tu sonrisa… y la mía. 
Y el deseo que nos devoraba, nos consumía.  

¿Llamar? Lo he intentado… no hay respuesta. 

Pero aunque el tiempo castiga, 
sigo pensando que hay una rendija… 
Y quizás mañana se vuelva a abrir.

30/1/25

Terapia integral..

Al final, he tenido que ir a terapia… 

Algo me estaba fallando en la cabeza…

Una tuerca que no sabía que estaba suelta..

No es nada grave… seguro que se arregla.


Son ya varias sesiones, y empiezo a sentirme mejor. 

Es como si esas preguntas que me formula el desdichado psiquiatra que me atiende estimulasen mi capacidad de introspección y de indagar en los motivos por los que mi mente actúa en contra de mis deseos, boicoteando activamente su consecución. 

Me dice que quizás es la pulsión de muerte sugerida por Freud o un superyó excesivamente crítico los que están saboteando mis deseos… los que reprimen mi inconsciente… los que conspiran para crearme la necesidad de cumplir con absurdas normas morales autoimpuestas. 

Cree que no está todo perdido, que aún tengo solución. 

Me ha prescrito quedar contigo, verte, charlar, tomar una cerveza, sin gluten, y dar un paseo por el bosque, o por la playa, al atardecer, caminando a tu lado, pero retrasándome ligeramente, por los efectos secundarios de deleitarme con el vaivén de tus caderas… y de gozar con con la agradable sensación de comprobar en el brillo de las estrellas de tus ojos la certeza que tenías de que lo estaba haciendo… 

Soy predecible… ya lo sabes. 

Pero no basta con eso... es necesario más. 

La terapia incluye un innovadora combinación de acciones sobre nuestras mentes y almas… pero también sobre nuestros cuerpos… 

Orandum est ut sit mens sana in corpore sano, qui spatium vitae extremum inter munera ponat naturae… 

Será necesario que recorramos sus contornos, que nos detengamos en sus extremos, en sus curvas, en sus valles, cartografiando detenidamente cada uno de los pliegues y resortes que activan el éxtasis metafísico, sin principio ni final, en el que se subliman los deseos.

Es por mi salud… y por la tuya. Debemos hacerlo. Tres veces al día, cada 8 horas. 

14/12/24

El momento (carpe diem)

Lo tengo... Lo estoy sintiendo. 

Sí, está aquí... entre mis dedos... 

 

Es un instante, un momento… 

sin un antes ni un después. 

Así que voy a vivirlo, carpe diem,

porque el futuro es incierto

y la vida puede ser dulce y amable

pero también despiadada y cruel…


Cerraré mis ojos 

y abriré mi corazón... 

… y esperaré.

Esperaré a que sople el viento 

que mueve los sentimientos…

y lleve los míos muy lejos…

allí donde creo que aún está 

el cálido refugio de tus besos.

15/11/24

Aprender a olvidar...


¿Podré componer una canción... 

o una melodía... o unos simples acordes 

que no hayas escuchado antes?

¿Seré capaz de escribir un texto... una frase... 

o unas simples palabras que puedan volver a llegarte al corazón?

Creo que ya no... Debo aceptar la realidad...

Confiaba en que olvidases... y que del olvido llegase el perdón.

Pero para olvidar hay que aprender a olvidar...

29/8/24

La hora...

Bajé a la playa sola. Javi se quedó en casa teletrabajando. Instalé la sombrilla cerca de la orilla, coloqué el cesto a la sombra, sobre las chanclas, y abrí la hamaca. Me quité el pareo y apliqué algo crema protectora sobre mi piel. Ya estaba lista...

El mar estaba tranquilo... bandera verde... Poco a poco fui caminando hacia adentro, sintiendo el suave embate de las olas, empapando mi piel... Me sumergí... y me dejé llevar... La sensación era de absoluta serenidad, calma, placidez, no worries... 

Me puse de espaldas, abriendo los brazos, dejando mi cuerpo al pairo, sintiendo como era mecido por las olas... Podría haber estado así horas... 

El chapoteo de unos chicos puso fin a la tregua... Me puse de pie y empecé a caminar hacia la orilla. Eché mi cabeza hacia atrás, y me incorporé, para dejar mi pelo medianamente peinado y ordenado. 

Regresé al campamento base. Tomé una toalla del cesto y me sequé... Cogí la crema facial, y dibujé unas finas rayas sobre la frente y pómulos, que luego deshice extendiéndola por mi cara. Para el resto del cuerpo, factor 50: sobre los hombros, en el escote, el vientre, mis muslos, piernas y tobillos. 

Convenientemente protegida, me puse el sombrero, las gafas, los airpods... y me dejé caer sobre la hamaquita. Estaba en la gloria... 

De pronto, sentí una vibración en la muñeca... Era un mensaje de Javi en el que me decía que sus quehaceres le iban a llevar más tiempo y que no le esperase. Quizás egoístamente, sentí un poco de alivio al saber que esa mañana era para mi, que estaría sola... y libre.

Puse mi lista de favoritos de Spotify... cerré los ojos... y desconecté.

No sé si fueron segundos, minutos u horas... pero una increíble sensación de estar flotando, como si fuese vapor de agua, sin sentir las ataduras y límites del cuerpo, me embargó. 

De repente, escuché un "disculpe, sería tan amable de decirme la hora"...

Ladeé mi cabeza, y, mirando por encima de las gafas, busqué el origen de mi tal petición. Era un hombre, relativamente maduro, que estaba en cuclillas a mi lado... con las rodillas algo separadas, como si fuese un futbolista. De hecho tenía cuerpo de futbolista. Piernas fuertes, robustas, depiladas, bañador ajustado, como los de antes, un vientre relativamente plano, marcados pectorales, y unos brazos definidos y, sorprendentemente para lo que es habitual en estos tiempos, carentes de tatuajes.

- Sí claro, es la una menos cuarto.

Me respondió con una sonrisa y un "muchas gracias", que me supo a poco. Se incorporó y se dirigió unos pasos hacia atrás, donde también tenía una silla junto a quién intuía que era su mujer, que parecía muy concentrada leyendo algo en un kindle. Me sorprendió que trajese gafas graduadas a la playa... Especulé con la posibilidad de que fuese maestra... o supervisora... no sé... alguien con autoridad. Pero no era en ella en quién quería fijarme... sino en él.

No sé si fue su presencia, su sonrisa, su cuerpo o el calor de aquella mañana, pero mi mente y mi cuerpo empezaron a ser invadidos por una malsana curiosidad, por una fuerza perturbadora que hace volar a la imaginación, y que no entiende de límites, de barreras o tabúes...

Tranquila, Sonia, sólo te ha preguntado la hora... No hay nada más... Te has dejado llevar por el calor del momento... por pasajeras y calenturientas fantasías playeras que se desvanecerán en cuanto regreses a casa. Además, está ahí, con su mujer, ajeno a tus libidinosos pensamientos, queriendo saber la hora para ir a ver las Olimpiadas en la tele.

Intenté buscar otra vez la serenidad... la calma... la paz... así que me tumbé, cerré mis ojos e intenté dejarme llevar por la música de mis airpods... 

Pero no... no podía quitarme de la cabeza a ese tipo... así que lo busqué con la mirada... y lo encontré... pero él también a mi. Estaba allí, con su pareja, escribiendo o dibujando algo en un cuaderno... Me asustó sentirme descubierta... pero también me excitó. Y mucho... 

Pude sentir una corriente de húmedo placer intenso entre mis piernas empapando mi bikini... Oh, Dios... mi deseo se desbordaba... y quería ser saciado allí mismo.

Como me estaba poniendo malísima...  decidí poner fin a la sesión de playa y regresar a casa... para darme una duchita refrescante que apaciguara el volcán que brotaba de mi coño... Me incorporé, me puse el pareo, guardé la sombrilla, plegué la hamaca y me calcé las sandalias. Aunque podía haber salido por otro lado, lo hice pasando al lado del causante de mis "males"... Al pasar, sentí su mirada... su sonrisa... y un turbador: "nos vemos"... al que respondí, nerviosa, con un apenas perceptible "claro"... 
 
Y cuando pensaba que nuestra transacción verbal había terminado, arrancó la hoja del cuaderno y me la dio. Me había dibujado en ese papel, tumbada sobre la arena, ajustándome el sombrero... pero desnuda, sin bikini...  Sonreí algo agitada y excitada al verme así, tan vulnerable y sensual, y le agradecí el detalle. Él me respondió que había sido un placer y me preguntó cómo me llamaba. Con un hilo de voz, le dije que me llamaba Sonia. "Yo soy Mario", respondió él. Volví a sonreír y me despedí, llevándome conmigo ese dibujo que prometía despertar mis fantasías...
 
Llegué a casa, saludé a Javi y, clandestinamente, volví a mirar el dibujo: aquellos trazos a bolígrafo dibujaban mi silueta, tumbada, desnuda, expuesta... pero había algo más que, con la excitación del momento, no había visto: una M y un número de teléfono...

25/7/24

Miss you...

 


Hey, it’s me. 

I know we haven’t spoken in a while.

Things are still weird. 

I just wanna to let you know that I miss you,

Do you think about me?

I hope you're doing really good.

Call me sometime... ok? 

Because I’m still thinking about you a lot.

3/5/24

Dímelo…

El amor es así… directo
No guarda formas, ni maneras, ni respeto.
Y cuando menos te lo esperas
dispara a bocajarro
Pam, Pam… 
(Ya estás muerto.)

Así que dímelo, 
sin rodeos 
ni paños calientes. 
Mirando a la cara… 
de frente…
Que pueda verte
y mirarte;
que pueda olerte…
y sentirte… 
muy cerca…
Otra vez…
Una sola vez más…
Y si no,
nos vamos a la mierda.

28/3/24

Cortamos...

No parece que tengamos mucho futuro...

Ni presente...

 

Creo que llegados a este punto,

lo mejor sería cortar... 

 

Pero ya sabes que en cuanto veo las tijeras...

no pienso en otra cosa 

sino en cortarte la ropa.

9/3/24

Las gafas rojas de la biología…

Es algo instintivo, irracional… 

Cuando se desencadena, no puedes controlarla, ni dominarla… 

Inútil es el intento de enmascararla o disimularla… 

Por más que pretendas convencerte de que sólo puede ser consecuencia de nobles sentimientos, 

la realidad es que está codificada en lo más profundo de tus genes... 

Por eso no está sujeta a reglas o normas, ni se somete a las ataduras de una moral absurda…

No la temas… es natural… 

En realidad, es la fuerza más pura de la naturaleza humana… 

La que nos empuja a vivir, a seguir, a sentir, a luchar…

Cuando te pongas las gafas rojas de la biología, lo entenderás todo…

10/2/24

Sí a todo...


Seamos positivos… 

Pasemos por alto los inconvenientes… 

No pondré ningún pero... 

ni ningún problema… 

Así que sí a todo… lo que quieras.

24/11/23

Me apeteces...

Hoy no estoy para rodeos, ni indirectas...

Hoy no hay pasado... ni futuro...

sólo el aquí... y el ahora.

 

Confieso que desde hace mucho...

me lleva rondando en la cabeza

la idea, la nada inocente idea...

de volver a tentarte, 

de seducirte...

de camelarte...

 

Porque me gustas... me atraes...

me apeteces, me incitas... me excitas...

me enciendes, me desquicias, me dominas

y me vuelves muy muy loco, joía...

 

No puedo detener esta fuerza... esta energía

que me incendia cada vez que pienso en ti...

que te imagino... o que te veo,

que te miro... que te siento...

 

Así que basta ya de tanta tontería...

pongamos fin a este año de sequía...

y con premeditación y mucha alevosía

vayamos al grano... y metámonos mucha mano.

14/10/23

Alas y raíces…


Estoy roto y cansado... 

Creía saber volar, 

pero la cruda realidad 

me ha demostrado 

que no tengo alas... 

 

Sólo estaba cayendo… 

en caída libre… 

por un precipicio…

 

Y ha sido el golpe 

contra el fondo del abismo

lo que me ha despertado del sueño… 


Ahora veo que no tenía rumbo, 

ni un objetivo que perseguir, 

ni un camino que recorrer… 

 

Ni tan siquiera, tengo un refugio 

en el que sentirme seguro…

y al que volver

cuando todo esto acabe…

1/10/23

Noli me tangere

 - ¿Puedo tocarte?

Me sorprendió recibir su WhatsApp ayer, a medianoche. Sobre todo porque, tras nuestra conversación del viernes por la tarde, creía haberla persuadido de que no correspondería a sus sentimientos hacia mi. 

- ¿Qué?, pregunté pensando que podía tratarse de un error del autocorrector del teclado.

- ¿Que si me dejas que te toque?

Alice, en su país de las maravillas, persistía volviendo a desconcertarme con una pregunta a bocajarro.

Mi primer pensamiento fue responderle diciéndole que era muy tarde y que debería descansar, metiéndose en cama con su marido que, by the way, y para complicar aún más las cosas, es compañero de trabajo. Así que tenemos combo x2 de polla y olla.

Pero anoche tenía pocas ganas de dormir y muchas de jugar, así que tiré del hilo…

- ¿Para qué quieres tocarme?

- Lo necesito… no sería nada sexual.

No sería nada sexual… es como la venda antes de la herida. 

Pero yo ya soy muy viejo para creerme estos trucos Jedi baratos. 

Sí, sería algo sexual, como sexual fue cuando, al concluir nuestra jornada vespertina de paseo por la montaña, su culo se acomodó entre mis piernas mientras estaba sentado en el murete del embalse de La Barranca. 

Todo en ella es sexual, aunque pretenda disimularlo diciendo que se trata una “amistad+”. Y es que en todos los años de mi vida no he visto un solo caso de amistad hombre-mujer que no albergue una componente sexual. 

Quizás esté equivocado, pero mi experiencia me dice que si un hombre es hombre y una mujer es mujer, siempre habrá entre ellos una cierta tensión sexual instintiva, natural e inevitable. Otra cosa es que la madurez y la educación nos permitan mantener controlado el impulso. Pero por mucho que lo dominemos, siempre, siempre, siempre estará ahí… y en ambas partes.

Y como no quiero encender un fuego que pueda quemarme, tuve que ser tajante.

- No, noli me tangere

- ¿No te atreves?

- No es posible lo que quieres. Ya te dije que tendrías que aprender a mantener controladas tus emociones y sentimientos dentro del perímetro de espacio y tiempo que puedo darte. Y tus mensajes de esta noche, sólo unas pocas horas después de que me hubieses asegurado que no ibas a contactar conmigo en una temporada, demuestran que todavía no eres capaz.

Tras escribir esas palabras tuve la sensación de haber sido muy duro con ella, pero su cabeza era más dura aún…

- ¿Y si fuésemos a la Roca?

Joder, le había comentado muy de pasada que al final del bosque, río arriba, había una Roca desde la que podía contemplarse el valle y el embalse y en la que podías tomar el Sol desnudo, lejos de miradas indiscretas. Pero se ve que ella no pasaba por alto ningún detalle (si exceptuamos mis reiterados noes a sus pretensiones)… 

 - Ya veremos, dijo un ciego. Ya veremos…

Y ahí estamos… pensando en si merecerá la pena, o no, entrar en la madriguera del conejo… de Alice

14/8/23

Mucho más que un café…


Quedamos en un café… 

Pedí un cortado… 

me senté al fondo y te esperé.

Poca gente… un par de parejas… 

La primera, cuarenta y pocos;

sesenta y muchos, la segunda.

Por fin llegaste… 

Pediste un café con leche… 

y te sentaste enfrente de mi…

Nos miramos… en silencio… 

mientras, al unísono, removíamos el café…

La suave música de fondo 

nos proporcionaba una confortable intimidad 

Podríamos haber hablado, 

pero las miradas lo decían todo 

Y es que era mucho más que música 

lo que flotaba en el ambiente…

Eran tus susurros y besos

que aún siguen rodando mi mente.

Era tu sonrisa... tus manos...

tus labios... el calor de tus senos...

la humedad de tu sexo... 

Y por más que luche por evitarte 

y olvidarte

el enemigo es demasiado fuerte…

y siempre me tienta, 

me provoca, me reta…

 Y yo caigo... en sus tretas...

Pero me gusta, y no lo oculto...

ni disimulo.

Por eso, ahora, acepto el envite

y, con este café como excusa,

como cebo o señuelo...

me concede la oportunidad 

de volver a verte...

y de susurrarte...

muy despacio... muy bajito...

que,  por si lo habías olvidado,

como antes 

como siempre 

y como nunca, 

me gustas...

me apeteces...

y te deseo…

30/6/23

Por escrito…

No tengo prisa… 

He aprendido, 

por experiencia

a dominar la impaciencia.

Asumo la realidad 

tal cual es…

Con todo, no cierro puertas 

ni ventanas…

Ya sabes donde estoy…

Y si alguna vez, 

tras pensarlo, 

lo tienes más claro…

para evitar embrollos

y malos entendidos

déjamelo por escrito

muy clarito...

(y en cuanto lo vea,

y te vea,

te follo…)


13/6/23

Reforma completa…

Rosana e Iván decidieron hacer la reforma del baño El contratista les aseguró que la finalizaría en 7 días laborables, así que tendrían la casa empantanada una semana completa y dos días de la siguiente. 

Para minimizar el trastorno, la programaron en la segunda quincena de Julio: Iván se quedaría en la primera semana, que es en la que más follón habría con el picado de paredes y suelo y la retirada de bañera, lavabo y resto de escombro, y Rosana se iría a la playa con los niños; en la segunda, intercambio de papeles.

Y así fue. Tras disfrutar de una semanita de playa, Rosana regresó a casa el domingo por la tarde. Cuando abrió la puerta y vio todo aquel desorden, polvo y suciedad, se alteró un poco. Respiró una, dos, tres veces y llamó a Iván. Empezó la conversación indicándole que el viaje había sido tranquilo, para terminar reprochándole que no hubiera hecho nada por limpiar aquel desaguisado. En fin... cosas de parejas.

A las 8:00 de la mañana siguiente, llamaron al timbre. Era el operario que iba a empezar su faena. Le sorprendió su juventud, sus rasgos suaves, su piel canela oscura... y su camiseta ajustada, marcando biceps y pectorales, probablemente muy trabajados en gimnasio. Le preguntó su nombre: 

- Santi, señora.

- Pareces bastante joven. ¿De dónde eres?

- Tengo 22 años y soy de Antioquia, Colombia.

- ¿Y qué es lo que vas a hacer hoy?

- Pues por la mañana, colocar el mueble del baño, el espejo, el radiador toallero y la mampara. Por la tarde, vendrá mi hermano y recogeremos todo. Espero no molestarla.

- No te preocupes, Santi, es lo que hay. Estaré en el salón. Si necesitas agua o alguna cosa, avísame. 

Rosana se encerró en el salón, abrió el portátil y empezó a revisar asuntos y correos atrasados. Aunque podía trabajar con cierta normalidad, de vez en cuando, el ruido del taladro y del martillo de Santi la incomodaba y desconcentraba un poco. Viendo que no podía centrarse en el "negocio", prefirió dedicar lo que faltaba de la mañana al "ocio", tomando el sol en la terraza. Fue a cambiarse, y ya que el baño estaba de camino a su habitación, aprovechó el viaje para revisar el estado de la reforma. Santi estaba subido en la escalera, instalando la luz del techo. Con los dos brazos en alto para manipular el foco y el destornillador, quedaban al descubierto, entre la camiseta y el pantalón, sus marcados abdominales y oblícuos y un tatuaje que ponía "Carpe Diem", con un Sol que amanacía sobre el cinturón de sus bermudas. Joder... pensó... cómo está este tío... qué cuerpo... y qué abdominales... que nada tenían que ver con los que se escondían por debajo de la cada vez más oronda barriga de Iván.

Sus ojos se deslizaron bajo el tatuaje. Afloraba algo de vello púbico por encima de sus bermudas... deteniéndose más abajo, donde destacaba con insolente claridad su abultado paquete.

No fue pequeño su sobresalto cuando comprobó que Santi la había pillado curioseando en su masculina anatomía...

- Eh... si quieres agua o alguna cosa, ya sabes, pídemelo, dijo algo nerviosa al verse descubierta. 

- No dude que lo haré. Gracias, señora, respondió con cortesía, pero sin dejar de clavar sus oscuros ojos caribeños en los suyos.

Rosana, contuvo la respiración... y para evitar que la subida de tensión sexual causase males mayores, retomó el camino hacia su habitación.

Entró y cerró la puerta; exhaló el aire retenido y se miró al espejo. Estaba algo ruborizada y muy acalorada. La visión del musculado cuerpo de Santi y el momento de la pillada la habían excitado bastante... tanto como para haber empapado su coño... Joder, Rosana, a tu edad y que te pasen estas cosas, pensó. Pero lejos de sentir culpa o remordimiento, estaba exultante... feliz por notar ese cosquilleo electrizante en su vientre... y por sentir como brotaban de su mente un torrente de lascivos pensamientos sobre aquel muchacho, y sobre lo que podría ser capaz de hacer con ella.

Se quitó el vestido y las braguitas. Rebuscó en el cajón y encontró un bikini rojo. Extendió abundante crema solar por su piel... en las piernas, los muslos... el vientre y en el pecho. Hizo un ejercicio de contorsionista para aplicársela por la espalda.

Cuando acabó, se puso la parte de abajo. Se miró en el espejo, girando sobre si misma de un lado a otro, para tener una perspectiva de 360 grados. Se concedió un sobresaliente alto... que tras ajustar la braga del bikini dejando al descubierto sus nalgas, se convirtió en una matrícula de honor. Finalmente, se ajustó la parte de arriba, se cubrió con un blusón azul, muy vaporoso, y se dirigió al solarium de la terraza. Y aunque pasó apresuradamente por delante del baño, no pudo evitar mirar de soslayo a Santi, que seguía dando los últimos toques a la reforma. 

Aliviada creyendo que había pasado desapercibida... entró en el solarium, colocó la tumbona, se despojó de la blusa y se puso las gafas. Justo antes de tumbarse, se quitó la parte de arriba del bikini para mantener el bronceado adquirido en la playa la semana anterior... 

Conectó los cascos, puso su playlist favorita de Spotify y cerró los ojos… 

Quería relajarse… pero en su mente estaba presente la imagen de Santi… y de sus abdominales… de su vello púbico… y de su tatuaje: Carpe Diem… Demasiada excitación concentrada…

Así que para aliviar tanta tensión, comenzó a acariciarse… presionando por encima del bikini el clítoris y acariciándose el pezón de la teta izquierda… Joder… estaba muy, muy caliente… dispuesta a todo…

De pronto escuchó un ruido que venía del cuarto de baño… Rápidamente dejó de masturbarse… y miró hacia el interior. Se puso la parte de arriba del bikini, se cubrió con el blusón y entró en el salón. Desde allí preguntó:

- Santi, ¿va todo bien?

- Sí, no se preocupe.

Su respuesta la tranquilizó… así que volvió a la tumbona… Y con una mezcla de excitación y modorra… se durmió. 

28/4/23

La fotógrafa…

Juan se conserva estupendamente... y sigue sintiendo (y teniendo) una pasión juvenil por mi... Sé que me adora... y que le gusto... Lo noto en su mirada... en sus besos al despertarnos... en sus manos al acariciar mis nalgas cuando paso por delante de él... o en sus dedos traviesos buscando cualquier excusa para refugiarse en el cálido y húmedo abrigo de mi coño. 

Con el tiempo hemos ido perfeccionando nuestra pasión... hablando sin tapujos de nuestras preferencias... y de nuestros gustos... Y cuando hemos podido, hemos ido experimentando y fantaseando con todo aquello que nuestra inagotable imaginación ponía encima de la mesa... o de la cama. 
 
Me gusta escuchar cómo aúlla de placer cuando le pajeo... cuando le chupo la polla mientras acaricio sus huevos... o cuando lo enloquezco al introducir mis dedos, y lo que se tercie, por su ano... 

Me gusta escucharme cuando empotra su polla entre mis piernas... o cuando tira de mi pelo mientras me cabalga por detrás... Me pone zorrísima sentir esa mezcla de dolor y placer cuando horada mi culo sin contemplaciones... como si de un animal se tratase... Me encanta sentir como mi coño se convierte en gelatina cuando lo veo sobre mi, percutiendo su cuerpo contra el mío, mientras pelizca, mordisquea y escupe en mis pezones... 

Pero volvamos al asunto... 

Al principio probamos con una sola cámara. Buscamos la mejor perspectiva apoyándola en la mesilla, o poniéndola en un trípode, o colgándola en el techo. Hasta llegamos a experimentar con una GoPro colocada en un palo selfie... o en un arnés sobre su pecho, e incluso con un elástico sobre su cabeza...
Pero ninguna de nuestras largas sesiones de sexo se registró enteramente a nuestro gusto. Unas veces porque nuestros cuerpos, piernas o brazos bloqueando justamente lo que más queríamos ver... otras porque no estábamos situados en el ángulo adecuado... o porque la claridad que se colaba por la ventana generaba un fastidioso contraluz que diluía nuestras siluetas... Además, no disponíamos de variedad en las tomas, faltándonos la adecuada combinación del detalle de los primeros planos y de la visión de conjunto de los planos generales. 

Sí... tenemos demasiadas limitaciones... y es hora de ponerles remedio. 

Y pensando, pensando... reparé en nuestra amiga Hania, que si bien no es fotógrafa profesional, sí tiene mucha experiencia en grabaciones, ya que colabora habitualmente con uno de sus primos que dirige una empresa dedicada a tales asuntos. 

Sí... sería perfecto que ella nos grabase. Además, tengo bastante confianza con ella... ya que nos conocemos desde hace tiempo, y nuestras respectivas hijas son muy amigas y solemos ir mucho a su casa... y ella a la nuestra. 

Pero, ¿cómo se lo planteo? ¿cómo le digo: Hania, quiero que nos grabes a Juan y a mi follando? Joder... no es nada fácil crear una excusa o una ocasión para proponerlo. Además, lo más normal sería que ella se negase, o se escandalizase ante tal propuesta... Uff... no quiero ponerla en esa tesitura, ni quiero poner en peligro nuestra amistad... o la de nuestras hijas. 

Aunque, por otro lado, me da un morbo tremendo que nos vea desnudos... follando. 

Me excita imaginarla filmando en primer plano mi coño húmedo siendo profanado, una y otra vez, por la polla de Juan. Supongo que al estar tan cerca, percibirá mi olor a hembra cachonda, emputecida por el deseo... Quizás repare en mi abultado clítoris... y se vea tentada a tocarlo, a acariciarlo... o a lamerlo... Joderrrr... cómo me pondría sentir su lengua jugueteando con mi clítoris mientras Juan me folla sin piedad... 

Y ya puestos, quizás también Hania se ponga al ver de cerca la polla de Juan clavándose en mi coño... mientras tensa sus nalgas para empujar toda su hombría dentro de mi. La imagino colocándose detrás de Juan, para cambiar el plano... Sin duda se excitará al ver que con cada empellón, los huevos de Juan impactan en mi ano... Mmmm... Hania sujeta la cámara con una de sus manos y deja que la otra se deslice por la espalda de Juan, empapada de sudor. Sus dedos resbalan entre sus nalgas para acariciar sus huevos.... Joder... seguro que a Juan esto le pone cachondísimo... 

Sí... tenemos que buscar una ocasión y planteárselo... porque en estas cosas nunca se sabe...

30/3/23

La amiga de mi hermana…

Mi hermana insistió en que la acompañase a una barbacoa en casa de unos amigos suyos. No me apetecía mucho... pero esa tarde no tenía mejor cosa que hacer. 

Llegamos. Los anfitriones parecían cordiales en el trato. Él, de aspecto bonachón, locuaz... quizás algo dicharachero, no paraba de hablar (de esto, de lo otro) y de beber. Ella, más sobria, en todos los sentidos, y discretamente elegante… Sus brazos y piernas delataban la práctica no esporádica de algún deporte. Junto a ellos había otra pareja, que anunció que se irían tras los postres. Y así hicieron.

Ya solos, el anfitrión nos sirvió unas copas. Y con la primera, su energía cayó a cero: se tumbó en una hamaca que estaba al lado de la piscina y empezó a roncar. Mi hermana y la anfitriona prefirieron broncearse en las tumbonas. Así que yo... sin muchas más opciones, me zambullí en la piscina. 

Tras un par de largos... me apoyé en un lateral, con el resto de mi cuerpo en el agua, y escudriñé el entorno. El roncador no daba tregua... mi hermana tumbada boca abajo también parecía grogui... y la anfitriona... mmm... la anfitriona estaba recostada con el respaldo de la tumbona algo levantado... aplicándose bronceador en el perímetro de su escueto bikini rojo... y mirándome... muy fijamente. 

El cruce de miradas me produjo una leve erección... y lo que es más grave: provocó que la empezase a mirar como mujer... como hembra... Analicé sus curvas, sus labios... su vientre... la bisectriz de sus muslos... y se bloqueó mi mente con una sola idea. 

De pronto se levantó, y de un salto se zambulló en la piscina… Hizo un par de largos a toda la velocidad, cual sirena experimentada, y se detuvo justo enfrente de mi. Apoyó los codos en el borde de la piscina... y me miró.

Uff... no sabía qué hacer, si acercarme o quedarme (should I stay or should I go?). Y sin tiempo a resolver mis dudas, se echó hacia atrás, como estirándose, momento en el que pude ver de cerca toda su excitante y curvilínea anatomía delantera…

Pero si la delantera era bocatto di cardenale, la trasera, y nunca mejor dicho, era espectacular.

Tras secarse un poco, se dirigió al interior de la casa. Pero justo antes de entrar, se volvió hacia atrás y me miró; y yo a ella. Sutilmente ladeó un poco la cabeza, gesto que interpreté como una invitación a entrar. Haciendo fuerza con mis brazos, de un salto salí de piscina y la seguí, caminando con cuidado para evitar despertar al somnoliento anfitrión ni a mi dormida hermana. 

Entró en la cocina y se detuvo en el frigorífico. Me acerqué a ella, empapado aún, hasta rozar con mi pecho su espalda y con mi bañador sus nalgas; nalgas de las que pude certificar su dureza, lo cual no sólo confirmaba mi hipótesis sobre la actividad deportiva sino que acrecentaba mi erección... 

Rodeé con mis brazos su cintura, y dejé que mis manos se tomasen la libertad de explorar lo que se ocultaba bajo su bikini... Primero en la parte de arriba, donde amasaron la fortuna de sus tetas... y de sus pezones; y después abajo, donde encontraron El Dorado del placer...

Mientras la acariciaba, comencé a besarle el cuello... primero en la nuca... luego por un lado...  hasta alcanzar el lóbulo de su oreja... Mi lengua y mi boca dejaban una estela de saliva por su piel... que mi ardiente respiración dejaba al borde de la evaporación... 



Le susurré que era preciosa, magnética, que me gustaba, que me excitaba... y que quería follarla... Y con cada palabra, notaba su respiración se hacía más profunda, más intensa... haciendo que de su boca se escapasen unos gemidos nada imperceptibles... 

Pero el temor a que esa incontinencia sonora alterase mis planes, me impulsó a girarla sobre sí misma, como si estuviésemos bailando, y que empezase a besarla en la boca...  mientras con mis manos, y sujetándola por las nalgas, la estrechaba aún más hacia mi.

Y cuando sentí su cuerpo pegado al mío, el animal que llevo dentro… salió ...

24/2/23

No tuve otra opción…

Volví a aquel salón... y en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veíase el arpa. 

La acomodé entre mis piernas y la abracé... Cerré los ojos… Su perfume me hizo recordar…

Sabía que si rasgaba sus cuerdas volvería a sonar esa melodía que, lejos de amansarla, despertaría a la fiera... 

Pero ya había llegado demasiado lejos como para ahora renunciar a sentirla... así que concedí libertad a mis dedos y mis manos...

Y ahora, si usted me lo permite, omitiré ciertos detalles de lo que allí aconteció y me centraré en el final de esta historia...

________________________________________________

Ya no podía aguantarme más... y bastante fue para el excitante repertorio, plagado de viejos éxitos pero también de nuevas y sorprendentes composiciones de posturas, gestos, palabras y hechos (no quise saber dónde, cómo y con quién los habrías practicado), que me ofreciste desde el primer momento.

A punto de rebosar mi deseo, te imploré que me enfriases... así que levantaste tus caderas... poco a poco... hasta liberar a mi polla de la cálida prisión de tu húmedo coño... 

Te echaste hacia atrás, apoyando tus nalgas sobre mi abdomen... Tu espalda bloqueaba mi visión... pero no me costó visualizar cómo tu mano tomaba el control de mi verga. 

Apretaste tus dedos, como queriéndola estrangular, y comenzaste a agitarla... suavemente al principio... y sin piedad ni miramientos después. 

Abriste tus piernas y comenzaste a masturbarte, usando mi convulsa y palpitante polla cual consolador... 

Y fue sentir la húmeda caricia de los labios de tu sexo mezclada con la dureza de tu clítoris, para claudicar... y sin otra opción posible, no tuve otra opción sino correrme sobre ti...

9/1/23

Animal…

No pretendas que me adentre en los oscuros rincones de tu alma.

He perdido mucho tiempo tratando de iluminar sombras vacías,

así que sea otro el que lo haga…

No puedo ayudarte a resolver tus problemas,

tus dudas, tus dilemas…

No soy pañuelo de lágrimas en el que llorar tristezas.

Ni esa ensoñación de un compañero ideal

que camina a tu lado... a tu paso... pero atado...

No te confundas: no soy nada de eso…

Mi interés es otro… más básico y esencial.

Mi objetivo es liberar al animal

que has tratado inútilmente de ocultar,

porque lo temes, porque te asusta… porque te gusta.

Ese animal que no obedece a razones,

que no se controla…

que te maneja a su antojo,

que te arrastra en el lodo…

y que también te eleva a la gloria…

Así que olvida tus pretensiones, miedos y temores

Abre la mente… y los sentidos..

porque voy a provocarlo, a azuzarlo

hasta hacerlo salir de su guarida

para que nos inunde con su energía,

su fuerza, su pureza…

Y quiero que tú lo veas

que veas cómo se despierta…

y cómo despierta

al que yo también llevo dentro…

30/12/22

Mano dura


En cuanto empezamos a hablar, percibí claramente que necesitabas ser controlada, dominada… 

... más allá de lo físico, en lo mental... en lo emocional.

Pues has dado con la persona adecuada… 

Así que ven… y siéntate aquí… porque voy a explicarte unas cuantas cosas.

3/12/22

La última vez...

Quiero tenerte muy cerca
Mirarme en tus ojos
Verte junto a mí
Piensa que tal vez mañana
Ya estaré lejos
Muy lejos de aquí
Bésame
Bésame mucho
Como si fuera esta noche
La última vez


La última vez...
 
Quizás, ya haya sido 
y no nos hayamos dado cuenta...
O esté próxima a suceder... 
... si es que sucede.

Dicen que todo tiene un principio... 
y desafortunamente... un final...
 
O quizás no...
 
Quizás todo esté evolucionando 
y cambiando a algo diferente...
ni peor ni mejor, ni malo... ni bueno...
sólo distinto... y nuevo
Quizás es un paréntesis que se cierra 
para que otro se abra... y nos envuelva.
 
Sí... es eso... mejor mirar hacia adelante
y pensar que lo vivido ya fue,

Y fue muy excitante. 

1/12/22

Exhibicionistas y voyeurs

La noche nos había envuelto en el salón de la gala, un torbellino de trajes oscuros y vestidos que susurraban al rozarse. Fue en un rincón, entre el murmullo de las copas y el eco de una orquesta suave, donde ellos aparecieron: él, con un traje negro, impecable, ella, envuelta en un vestido gris marengo que se ajustaba perfectamente a los secretos de su anatomía. Nuestras miradas se encontraron por azar, un destello fugaz que podría haber muerto ahí. Pero no lo hizo. 

Él se acercó primero, con una broma sobre el champán que nos hizo reír, mientras ella observaba desde atrás, los labios curvados en una media sonrisa que invitaba y desafiaba. Respondimos, titubeantes, sin saber si era cortesía o algo más. Las charlas triviales se alargaron, y el espacio entre nosotros empezó a encogerse. Un roce de hombros al brindar, una mirada que se sostenía un segundo de más. ¿Era imaginación? Dudé, buscando en los ojos de Mrs. T, mi mujer, una respuesta.

Bailamos, rozándonos con ellos, el calor de los cuerpos fundiendo las distancias. Ella me rozó al girar, un contacto eléctrico, un chispazo en la piel, y él te guiñó un ojo mientras su mano deslizaba por la cintura de su pareja, un gesto tan seguro que parecía ensayado. ¿Flirteaban? ¿Nosotros también? El alcohol nos soltaba las amarras, liberando los cuerpos, pero la mente seguía un juego de adivinanzas. Había algo en ellos, una soltura magnética, un dominio del espacio que nosotros, Mrs. T y yo, apenas vislumbrábamos. Nos mirábamos de reojo, buscando respuestas a nuestras dudas... 

Entonces, como si hubieran detectado el instante en que nuestra curiosidad bajó la barrera de la cautela, se acercaron. Fue un movimiento fluido, natural, como si supieran que el ambiente estaba listo, que el morbo había florecido en nuestras mentes. Mi pulso se aceleró, no por miedo, sino por esa mezcla de interés y vértigo que te empuja al borde de lo desconocido. Mrs. T, a mi lado, soltó una risita nerviosa, y supe que ella también lo sentía: la atracción por lo que prometían, el cosquilleo de participar en un juego sin reglas claras.

“¿Por qué no venís con nosotros?”, dijo él de pronto, señalando el ascensor con un vaso en la mano, su voz cortando el aire con una naturalidad sospechosa. “El minibar de nuestra habitación es mucho más tranquilo…” Ella sonrió, ladeando la cabeza, y sus ojos se clavaron en los míos, descifrándome. Era una oferta envuelta en calma, pero cargada de una promesa que apretaba el estómago y hacía dudar a las piernas entre seguir bailando o ir hacia ese ascensor.

Un nudo se formó en mi garganta. Miré tus pupilas, dilatadas por la bebida y algo más, y supe que lo sentías también: esa mezcla de nervios y curiosidad. ¿Era una trampa? ¿Una broma mal entendida? 

Ella se acercó, sus dedos rozando mi brazo mientras susurraba: “No mordemos, tranquila”. Su risa era cálida, y de pronto, entre el vértigo y el deseo, la confianza empezó a cuajar. Asentimos, casi sin hablar, como si el silencio sellara un pacto. 

El ascensor subió lento, un zumbido que amplificaba los latidos. Él apoyó una mano en la espalda de ella, y ella me miró de reojo, un brillo travieso en los ojos. Tú y yo nos rozamos las manos, buscando anclarnos en lo conocido mientras lo desconocido nos tiraba como un imán. Las puertas se abrieron en la Planta 5, y allí estaba su suite, esperándonos. “Pasad”, dijo él, con una voz que ya no escondía intenciones. Cruzamos el umbral, entre risas ebrias y un temblor que ya no era solo de duda, sino de certeza: lo que fuera a pasar, lo queríamos. 

Su habitación era parecida a la nuestra. Junto a la ventana, un sofá inmenso que invitaba aalgo más que a sentarse; frente a él, una mesa baja flanqueada por un par de butacas. En el centro, la cama, custodiada por mesillas minimalistas. Al otro lado, un mueble albergaba el minibar y una pantalla plana en la que se proyectaba un acuario.

Ella nos señaló el sofá con un gesto cómplice. "Poneos cómodos".

"Yo me encargo de la bebida", interrumpió él, deslizándose hacia el minibar con esa seguridad que ya nos tenía atrapados.

El eco del hielo al caer en los vasos sonó como un eco que reforzó la tensión que flotaba entre nosotros.  Sin preguntarnos, vertió en ellos Baileys Chocolate Luxe. Los dos primeros eran para nosotros. El siguiente era para su mujer, que estaba sentada en una de las butacas. Al dárselo, ella lo atrapó por la corbata, atrayéndolo hacia sí, y dándole un beso lascivo, un choque de lenguas que llenó el aire. “Gracias, cariño”, murmuró, causando un efecto hipnótico, por inesperado, en nosotros... 

Regresó al minibar a por la última copa... Echó un trago, puso algo de música en la pantalla y se aproximó a donde estábamos. Antes de sentarse, la besó, acompañado el baile de lenguas efusivas con la incursión de la mano libre del vaso bajo su vestido, entre las piernas de ella, dándose tiempo para manosear pausadamente y en círculos sus partes íntimas. Clavamos los ojos en ellos, hipnotizados. Nos miramos. Mrs. T. soltó un "guauu"... acompañado de una risilla pícara, que provocó que mi pulso... y mi polla se inflamasen. 

Los cuatro, frente a frente, seguimos bebiendo, charlando, con la excitación a flor de piel tras lo que acabábamos de ver, sin descifrar aún las reglas de aquel juego.

En medio del silencio cargado de electricidad, ella se levantó lentamente, con una sonrisa que prometía travesuras. Se acercó a Mrs. T, que la miraba con una mezcla de curiosidad y deseo.

"¿Jugamos a algo?", preguntó con un tono provocador. "Algo que nos haga entrar en calor".

Mrs. T asintió, con los ojos brillantes. "Me gusta cómo suena eso".

"Cariño, ¿me prestas tu... copa?", le dijo a su marido.

La cogió y le dijo... "Ahora siéntate en el borde de la cama"... Cuando lo hizo, para nuestra sorpresa, colocó el vaso justo entre su entrepierna. Y con una sonrisa pícara, retó a Mrs. T:

"Ahora, intenta beber... pero sin usar las manos".

Mrs T. aceptó el reto. Se incorporó del sofá con una gracia felina. Se acercó al borde de la cama,  con sus ojos fijos en la copa que descansaba peligrosamente cerca de su entrepierna. Sus movimientos eran lentos y deliberados, como si cada paso estuviera cargado de intención. Con un movimiento fluido, se arrodilló, y se inclinó hacia adelante, ladeando la cabeza para que su melena no interfiriese en la acción... 

Desde atrás la estaba viendo, reclinada hacia adelante, sujetando la melena, marcando sus sugerentes curvas bajo el vestido… Cualquiera la que viese así creería que realmente se la estaba chupando. 

- Sin usar las manos, le recordó a Mrs. T.

Y sin usar las manos, acercó los labios al borde de la copa.  La tensión en la habitación era palpable. Con un pequeño movimiento de cabeza, logró inclinar la copa lo suficiente como para que el líquido rozara sus labios. Bebió lentamente, saboreando cada gota, mientras el líquido resbalaba por su barbilla y caía sobre su piel. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, una mezcla de excitación y nerviosismo. La escena era tan erótica que me costaba creer que estuviera sucediendo de verdad.

"Tu marido es delicioso", murmuró Mrs. T, con una sonrisa pícara, devolviendo la copa vacía a la otra mujer. 

"Ahora, mi turno de subir la apuesta". Se incorporó y se acercó a mí 

Con una seguridad que me dejó atónito,  desabrochó mi pantalón. "¿Pero qué haces?", murmuré, incómodo y a la vez intrigado, mi voz temblando entre el pudor y la incertidumbre. Ella me miró, sus ojos brillando con picardía, y susurró: "No seas tímido, Manolo, déjate llevar...".

A pesar de la vergüenza inicial, acepté el juego, mi cuerpo reaccionó con una intensidad que superaba mis reservas. Mi miembro, expuesto y ansioso, reveló, para mi propia sorpresa, que quería jugar.  Y la otra mujer lo detectó... mirándome y mirándolo con una mezcla de curiosidad y deseo.

Mrs. T. tomó su copa de Baileys y, con una sonrisa provocadora, dejó que el licor resbalara lentamente sobre mi punta. Un escalofrío me recorrió, la inesperada frialdad del líquido contrastando con el calor de mi excitación. 

"Ahora", dijo Mrs. T, con una sonrisa traviesa, dirigiéndose a la otra mujer, "bebe; pero recuerda, no puedes usar las manos".

La otra mujer asintió, sus ojos fijos en mí, aceptando el desafío con una mirada ardiente. 

Se acercó despacio, se inclinó, y sus labios rozaron mi piel. Un gemido escapó de mi garganta, una mezcla de placer y anticipación. Mrs. T. vertía el Baileys gota a gota, y ella lo lamía con deleite, cada roce un torrente de sensaciones. La intensidad era tal que luchaba por no sucumbir al placer ahí mismo.

Cuando terminó, se enderezó, lamiéndose los labios aún brillantes por el licor, y soltó, con una voz cargada de provocación: "Tu marido sí que es delicioso".

Él, que había observado todo en silencio, comenzó a desabrocharse la camisa, y lanzó, directo: "¿Y si intercambiamos?".

—"No, es demasiado para esta noche.", respondió Mrs. T un poco apurada, viendo que las cosas estaban llegando demasiado lejos... y demasiado deprisa. Su negativa me golpeó, como una puerta que se cierra. Buscó mi mirada, pidiendo apoyo, y asentí, comprensivo. Sus límites eran sagrados para mí, aunque una chispa de decepción me arañó por dentro, fugaz y silenciosa. Mrs. T era un enigma: le fascinaba el morbo, orquestar el juego, dejar que yo me rindiera a sus provocaciones. ¿Acaso no me había desnudado ella misma, ofreciéndome a los labios de aquella mujer con una sonrisa traviesa? Y, sin embargo, ahí estaba su contradicción, tan viva como su pulso: me entregaba al placer de otra, pero se guardaba para sí misma, exigiendo que esa noche cada uno lo hiciese con su pareja. 

“Pero…”, añadió Mrs. T., con una sonrisa traviesa que encendía el aire, “eso no significa que no podamos jugar un poco más”. Sus ojos chispearon con una idea viva. “Tengo un juego en mente: exhibición pura, miradas que atan deseos. Dos escenarios, dos danzas paralelas unidas por los ojos. Nos mostraremos sin pudor, exploraremos nuestra piel y nuestro fuego, sabiendo que nos miran, que nos desean. Susurraremos al oído nuestras fantasías, desnudaremos pensamientos mientras nos entregamos al placer”. 

La otra mujer captó el juego al instante. “Un intercambio… pero solo de palabras”, dijo, con un brillo cómplice. 

“Y de pensamientos”, apostilló Mrs. T., su voz un susurro afilado. “La obra completa la dejamos para más adelante… cuando nos conozcamos de verdad”. 

Joder, él y yo sentimos un pinchazo de decepción, una resignación silenciosa ante el pacto de ellas. Queríamos más, pero tocaba ir despacio, y lo aceptamos.

Y poco a poco, la habitación se volvió un torbellino de gemidos y carne al descubierto. 

Ellos, con más experiencia en estas lides, se arrojaron a un polvo feroz, él hundiéndose en ella mientras sus tetas temblaban al compás, con los ojos clavados en nosotros. 

Mrs. T. se quitó las bragas, se levantó el vestido y se encaramó sobre mí. Estaba aún un poco cortada... y no quería mostrarse totalmente desnuda. Su coño húmedo envolvió a  mi polla tiesa, y me cabalgó despacio. 

Ellos no tenían tantos remilgos... se estaban follando duro... jadeando intensamente. Y cada jadeo suyo, cada curva expuesta, nos prendía más. 

“Esto hay que grabarlo”, susurró Mrs. T., con aliento entrecortado, señalando el móvil. 

Él detuvo sus acometidas, y con la polla totalmente empalmada, se levantó y rebuscó en el equipaje y sacó 4 máscaras que nos colocamos entre risas fugaces... Era evidente que venían preparados... 

“Vamos a grabar.. pero con los cuatro móviles”, dijo Mrs. T., su voz vibrando con un filo nuevo. 

Ella los colocó uno a uno: los nuestros en las mesillas, para grabarles a ellos desde delante; los de ellos en la mesa y sobre el minibar, para grabarnos a nosotros. Serían cuatro ojos silenciosos que nos contemplarían desde todos los ángulos, registrando nuestra pasión enmascarada. 

Cuando finalizó, Mrs. T. se acercó al sofá, sobre el que estaba tendido con los pantalones desabrochados y volvió a encaramarse sobre mi. Liberada de ataduras por la máscara y el Bayleys, aceleró, sus caderas marcando un ritmo más osado, y tras girar su cabeza para verlos, me dijo con voz alto: “Mira cómo follan, me pone tanto… esa polla entrando tan duro, joder, me enciende”. Sus palabras, crudas y ardientes, avivaron mi fuego, y noté cómo también les calentaban ellos. Y ellos respondieron... 

Ella se arqueó más, sus tetas saltando con cada embestida, y él gruñó, devorándonos con ojos hambrientos tras la máscara. El aire chispeaba de morbo eléctrico —sus curvas expuestas, mi polla hundida en ella, todo a la vista pero intocable—. Un gemido más alto, suyo o mío, resonó, un lazo invisible que nos ataba sin mezclarnos. 

Mrs. T. soltó una risita jadeante, sus manos apretándome con fuerza, y algo volvió a mirar hacia ellos. “Esa polla… cómo la clava, me vuelve loca”, murmuró, muy alto ahora, sin filtro, los ojos brillando tras la máscara. La timidez se desvanecía: se irguió sobre mí, el vestido subiendo más, dejando entrever sus muslos temblorosos. Se movió con descaro, cabalgándome con un vaivén que hacía temblar sus tetas bajo la tela, y giró la cabeza para mirarlos fijamente, bebiéndose cada detalle. 

“Follad más duro”, les soltó, una orden suave pero cargada, y ellos obedecieron, él acelerando con un gruñido ronco, ella gimiendo sin freno. Mrs. T. se mordió el labio, su coño apretándome más, y susurró para mí: “Me pone que nos vean, que graben cómo te follo”. La confianza le brotaba en cada gesto —las manos soltando mi pecho, el vestido cayéndose de un hombro, la risa mutando en un jadeo puro—. Los cuatro móviles, ojos inmóviles, nos observaban, inmortalizando su desinhibición, y el calor entre nosotros se volvió insoportable, un juego de espejos donde todos ardíamos. 

El clímax nos alcanzó como una ola compartida. Mrs. T. tembló sobre mí, su coño apretándome mientras un grito roto se le escapaba, y yo exploté dentro de ella, el placer estallándome en las venas. Al otro lado, sus gemidos se sincronizaron: él se hundió una última vez, gruñendo profundo, y ella se deshizo, las tetas temblando en un espasmo final, los cuatro realimentándonos en una corriente de éxtasis. 

Exhaustos, nos levantamos, máscaras aún puestas, y nos fundimos en un abrazo a cuatro, desnudos, sudorosos. 

Noté cómo Mrs. T. se estremecía al rozar su polla, aún empalmada contra su muslo, un chispazo que la hizo jadear bajito. Nos separamos, riendo entre jadeos, y nos vestimos en un silencio cargado. 

“Os llamaremos”, dijo él, guiñando un ojo, y Mrs. T. asintió, su sonrisa prometiendo más. “Para continuar”, murmuró, y supe que esto era solo el primer acto.

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