Los monóloblogs reflejan una multiplicidad de verdades, algunas escondidas tras la máscara de la ironía, de lo absurdo. Por tanto, la verdad sólo será visible para los iniciados e inaccesible para los injustos o los que sólo desean gratificación sensual.
Bajé a la playa sola. Javi se quedó en casa teletrabajando. Instalé la sombrilla cerca de la orilla, coloqué el cesto a la sombra, sobre las chanclas, y abrí la hamaca. Me quité el pareo y apliqué algo crema protectora sobre mi piel. Ya estaba lista...
El mar estaba tranquilo... bandera verde... Poco a poco fui caminando hacia adentro, sintiendo el suave embate de las olas, empapando mi piel... Me sumergí... y me dejé llevar... La sensación era de absoluta serenidad, calma, placidez, no worries...
Me puse de espaldas, abriendo los brazos, dejando mi cuerpo al pairo, sintiendo como era mecido por las olas... Podría haber estado así horas...
El chapoteo de unos chicos puso fin a la tregua... Me puse de pie y empecé a caminar hacia la orilla. Eché mi cabeza hacia atrás, y me incorporé, para dejar mi pelo medianamente peinado y ordenado.
Regresé al campamento base. Tomé una toalla del cesto y me sequé... Cogí la crema facial, y dibujé unas finas rayas sobre la frente y pómulos, que luego deshice extendiéndola por mi cara. Para el resto del cuerpo, factor 50: sobre los hombros, en el escote, el vientre, mis muslos, piernas y tobillos.
Convenientemente protegida, me puse el sombrero, las gafas, los airpods... y me dejé caer sobre la hamaquita. Estaba en la gloria...
De pronto, sentí una vibración en la muñeca... Era un mensaje de Javi en el que me decía que sus quehaceres le iban a llevar más tiempo y que no le esperase. Quizás egoístamente, sentí un poco de alivio al saber que esa mañana era para mi, que estaría sola... y libre.
Puse mi lista de favoritos de Spotify... cerré los ojos... y desconecté.
No sé si fueron segundos, minutos u horas... pero una increíble sensación de estar flotando, como si fuese vapor de agua, sin sentir las ataduras y límites del cuerpo, me embargó.
De repente, escuché un "disculpe, sería tan amable de decirme la hora"...
Ladeé mi cabeza, y, mirando por encima de las gafas, busqué el origen de mi tal petición. Era un hombre, relativamente maduro, que estaba en cuclillas a mi lado... con las rodillas algo separadas, como si fuese un futbolista. De hecho tenía cuerpo de futbolista. Piernas fuertes, robustas, depiladas, bañador ajustado, como los de antes, un vientre relativamente plano, marcados pectorales, y unos brazos definidos y, sorprendentemente para lo que es habitual en estos tiempos, carentes de tatuajes.
- Sí claro, es la una menos cuarto.
Me respondió con una sonrisa y un "muchas gracias", que me supo a poco. Se incorporó y se dirigió unos pasos hacia atrás, donde también tenía una silla junto a quién intuía que era su mujer, que parecía muy concentrada leyendo algo en un kindle. Me sorprendió que trajese gafas graduadas a la playa... Especulé con la posibilidad de que fuese maestra... o supervisora... no sé... alguien con autoridad. Pero no era en ella en quién quería fijarme... sino en él.
No sé si fue su presencia, su sonrisa, su cuerpo o el calor de aquella mañana, pero mi mente y mi cuerpo empezaron a ser invadidos por una malsana curiosidad, por una fuerza perturbadora que hace volar a la imaginación, y que no entiende de límites, de barreras o tabúes...
Tranquila, Sonia, sólo te ha preguntado la hora... No hay nada más... Te has dejado llevar por el calor del momento... por pasajeras y calenturientas fantasías playeras que se desvanecerán en cuanto regreses a casa. Además, está ahí, con su mujer, ajeno a tus libidinosos pensamientos, queriendo saber la hora para ir a ver las Olimpiadas en la tele.
Intenté buscar otra vez la serenidad... la calma... la paz... así que me tumbé, cerré mis ojos e intenté dejarme llevar por la música de mis airpods...
Pero no... no podía quitarme de la cabeza a ese tipo... así que lo busqué con la mirada... y lo encontré... pero él también a mi. Estaba allí, con su pareja, escribiendo o dibujando algo en un cuaderno... Me asustó sentirme descubierta... pero también me excitó. Y mucho...
Pude sentir una corriente de húmedo placer intenso entre mis piernas empapando mi bikini... Oh, Dios... mi deseo se desbordaba... y quería ser saciado allí mismo.
Como me estaba poniendo malísima... decidí poner fin a la sesión de playa y regresar a casa... para darme una duchita refrescante que apaciguara el volcán que brotaba de mi coño... Me incorporé, me puse el pareo, guardé la sombrilla, plegué la hamaca y me calcé las sandalias. Aunque podía haber salido por otro lado, lo hice pasando al lado del causante de mis "males"... Al pasar, sentí su mirada... su sonrisa... y un turbador: "nos vemos"... al que respondí, nerviosa, con un apenas perceptible "claro"...
Y cuando pensaba que nuestra transacción verbal había terminado, arrancó la hoja del cuaderno y me la dio. Me había dibujado en ese papel, tumbada sobre la arena, ajustándome el sombrero... pero desnuda, sin bikini... Sonreí algo agitada y excitada al verme así, tan vulnerable y sensual, y le agradecí el detalle. Él me respondió que había sido un placer y me preguntó cómo me llamaba. Con un hilo de voz, le dije que me llamaba Sonia. "Yo soy Mario",
respondió él. Volví a sonreír y me despedí, llevándome conmigo ese
dibujo que prometía despertar mis fantasías...
Llegué a casa, saludé a Javi y, clandestinamente, volví a mirar el dibujo: aquellos trazos a bolígrafo dibujaban mi silueta, tumbada, desnuda, expuesta... pero había algo más que, con la excitación del momento, no había visto: una M y un número de teléfono...
Me sorprendió recibir su WhatsApp ayer, a medianoche. Sobre todo porque, tras nuestra conversación del viernes por la tarde, creía haberla persuadido de que no correspondería a sus sentimientos hacia mi.
- ¿Qué?, pregunté pensando que podía tratarse de un error del autocorrector del teclado.
- ¿Que si me dejas que te toque?
Alice, en su país de las maravillas, persistía volviendo a desconcertarme con una pregunta a bocajarro.
Mi primer pensamiento fue responderle diciéndole que era muy tarde y que debería descansar, metiéndose en cama con su marido que, by the way, y para complicar aún más las cosas, es compañero de trabajo. Así que tenemos combo x2 de polla y olla.
Pero anoche tenía pocas ganas de dormir y muchas de jugar, así que tiré del hilo…
- ¿Para qué quieres tocarme?
- Lo necesito… no sería nada sexual.
No sería nada sexual… es como la venda antes de la herida.
Pero yo ya soy muy viejo para creerme estos trucos Jedi baratos.
Sí, sería algo sexual, como sexual fue cuando, al concluir nuestra jornada vespertina de paseo por la montaña, su culo se acomodó entre mis piernas mientras estaba sentado en el murete del embalse de La Barranca.
Todo en ella es sexual, aunque pretenda disimularlo diciendo que se trata una “amistad+”. Y es que en todos los años de mi vida no he visto un solo caso de amistad hombre-mujer que no albergue una componente sexual.
Quizás esté equivocado, pero mi experiencia me dice que si un hombre es hombre y una mujer es mujer, siempre habrá entre ellos una cierta tensión sexual instintiva, natural e inevitable. Otra cosa es que la madurez y la educación nos permitan mantener controlado el impulso. Pero por mucho que lo dominemos, siempre, siempre, siempre estará ahí… y en ambas partes.
Y como no quiero encender un fuego que pueda quemarme, tuve que ser tajante.
- No es posible lo que quieres. Ya te dije que tendrías que aprender a mantener controladas tus emociones y sentimientos dentro del perímetro de espacio y tiempo que puedo darte. Y tus mensajes de esta noche, sólo unas pocas horas después de que me hubieses asegurado que no ibas a contactar conmigo en una temporada, demuestran que todavía no eres capaz.
Tras escribir esas palabras tuve la sensación de haber sido muy duro con ella, pero su cabeza era más dura aún…
- ¿Y si fuésemos a la Roca?
Joder, le había comentado muy de pasada que al final del bosque, río arriba, había una Roca desde la que podía contemplarse el valle y el embalse y en la que podías tomar el Sol desnudo, lejos de miradas indiscretas. Pero se ve que ella no pasaba por alto ningún detalle (si exceptuamos mis reiterados noes a sus pretensiones)…
Rosana e Iván decidieron hacer la reforma del baño El contratista les aseguró que la finalizaría en 7 días laborables, así que tendrían la casa empantanada una semana completa y dos días de la siguiente.
Para minimizar el trastorno, la programaron en la segunda quincena de Julio: Iván se quedaría en la primera semana, que es en la que más follón habría con el picado de paredes y suelo y la retirada de bañera, lavabo y resto de escombro, y Rosana se iría a la playa con los niños; en la segunda, intercambio de papeles.
Y así fue. Tras disfrutar de una semanita de playa, Rosana regresó a casa el domingo por la tarde. Cuando abrió la puerta y vio todo aquel desorden, polvo y suciedad, se alteró un poco. Respiró una, dos, tres veces y llamó a Iván. Empezó la conversación indicándole que el viaje había sido tranquilo, para terminar reprochándole que no hubiera hecho nada por limpiar aquel desaguisado. En fin... cosas de parejas.
A las 8:00 de la mañana siguiente, llamaron al timbre. Era el operario que iba a empezar su faena. Le sorprendió su juventud, sus rasgos suaves, su piel canela oscura... y su camiseta ajustada, marcando biceps y pectorales, probablemente muy trabajados en gimnasio. Le preguntó su nombre:
- Santi, señora.
- Pareces bastante joven. ¿De dónde eres?
- Tengo 22 años y soy de Antioquia, Colombia.
- ¿Y qué es lo que vas a hacer hoy?
- Pues por la mañana, colocar el mueble del baño, el espejo, el radiador toallero y la mampara. Por la tarde, vendrá mi hermano y recogeremos todo. Espero no molestarla.
- No te preocupes, Santi, es lo que hay. Estaré en el salón. Si necesitas agua o alguna cosa, avísame.
Rosana se encerró en el salón, abrió el portátil y empezó a revisar asuntos y correos atrasados. Aunque podía trabajar con cierta normalidad, de vez en cuando, el ruido del taladro y del martillo de Santi la incomodaba y desconcentraba un poco. Viendo que no podía centrarse en el "negocio", prefirió dedicar lo que faltaba de la mañana al "ocio", tomando el sol en la terraza. Fue a cambiarse, y ya que el baño estaba de camino a su habitación, aprovechó el viaje para revisar el estado de la reforma. Santi estaba subido en la escalera, instalando la luz del techo. Con los dos brazos en alto para manipular el foco y el destornillador, quedaban al descubierto, entre la camiseta y el pantalón, sus marcados abdominales y oblícuos y un tatuaje que ponía "Carpe Diem", con un Sol que amanacía sobre el cinturón de sus bermudas. Joder... pensó... cómo está este tío... qué cuerpo... y qué abdominales... que nada tenían que ver con los que se escondían por debajo de la cada vez más oronda barriga de Iván.
Sus ojos se deslizaron bajo el tatuaje. Afloraba algo de vello púbico por encima de sus bermudas... deteniéndose más abajo, donde destacaba con insolente claridad su abultado paquete.
No fue pequeño su sobresalto cuando comprobó que Santi la había pillado curioseando en su masculina anatomía...
- Eh... si quieres agua o alguna cosa, ya sabes, pídemelo, dijo algo nerviosa al verse descubierta.
- No dude que lo haré. Gracias, señora, respondió con cortesía, pero sin dejar de clavar sus oscuros ojos caribeños en los suyos.
Rosana, contuvo la respiración... y para evitar que la subida de tensión sexual causase males mayores, retomó el camino hacia su habitación.
Entró y cerró la puerta; exhaló el aire retenido y se miró al espejo. Estaba algo ruborizada y muy acalorada. La visión del musculado cuerpo de Santi y el momento de la pillada la habían excitado bastante... tanto como para haber empapado su coño... Joder, Rosana, a tu edad y que te pasen estas cosas, pensó. Pero lejos de sentir culpa o remordimiento, estaba exultante... feliz por notar ese cosquilleo electrizante en su vientre... y por sentir como brotaban de su mente un torrente de lascivos pensamientos sobre aquel muchacho, y sobre lo que podría ser capaz de hacer con ella.
Se quitó el vestido y las braguitas. Rebuscó en el cajón y encontró un bikini rojo. Extendió abundante crema solar por su piel... en las piernas, los muslos... el vientre y en el pecho. Hizo un ejercicio de contorsionista para aplicársela por la espalda.
Cuando acabó, se puso la parte de abajo. Se miró en el espejo, girando sobre si misma de un lado a otro, para tener una perspectiva de 360 grados. Se concedió un sobresaliente alto... que tras ajustar la braga del bikini dejando al descubierto sus nalgas, se convirtió en una matrícula de honor. Finalmente, se ajustó la parte de arriba, se cubrió con un blusón azul, muy vaporoso, y se dirigió al solarium de la terraza. Y aunque pasó apresuradamente por delante del baño, no pudo evitar mirar de soslayo a Santi, que seguía dando los últimos toques a la reforma.
Aliviada creyendo que había pasado desapercibida... entró en el solarium, colocó la tumbona, se despojó de la blusa y se puso las gafas. Justo antes de tumbarse, se quitó la parte de arriba del bikini para mantener el bronceado adquirido en la playa la semana anterior...
Conectó los cascos, puso su playlist favorita de Spotify y cerró los ojos…
Quería relajarse… pero en su mente estaba presente la imagen de Santi… y de sus abdominales… de su vello púbico… y de su tatuaje: Carpe Diem… Demasiada excitación concentrada…
Así que para aliviar tanta tensión, comenzó a acariciarse… presionando por encima del bikini el clítoris y acariciándose el pezón de la teta izquierda… Joder… estaba muy, muy caliente… dispuesta a todo…
De pronto escuchó un ruido que venía del cuarto de baño… Rápidamente dejó de masturbarse… y miró hacia el interior. Se puso la parte de arriba del bikini, se cubrió con el blusón y entró en el salón. Desde allí preguntó:
- Santi, ¿va todo bien?
- Sí, no se preocupe.
Su respuesta la tranquilizó… así que volvió a la tumbona… Y con una mezcla de excitación y modorra… se durmió.
Juan se conserva estupendamente... y sigue sintiendo (y teniendo) una pasión juvenil por mi... Sé que me adora... y que le gusto... Lo noto en su mirada... en sus besos al despertarnos... en sus manos al acariciar mis nalgas cuando paso por delante de él... o en sus dedos traviesos buscando cualquier excusa para refugiarse en el cálido y húmedo abrigo de mi coño.
Con el tiempo hemos ido perfeccionando nuestra pasión... hablando sin tapujos de nuestras preferencias... y de nuestros gustos... Y cuando hemos podido, hemos ido experimentando y fantaseando con todo aquello que nuestra inagotable imaginación ponía encima de la mesa... o de la cama.
Me gusta escuchar cómo aúlla de placer cuando le pajeo... cuando le chupo la polla mientras acaricio sus huevos... o cuando lo enloquezco al introducir mis dedos, y lo que se tercie, por su ano...
Me gusta escucharme cuando empotra su polla entre mis piernas... o cuando tira de mi pelo mientras me cabalga por detrás... Me pone zorrísima sentir esa mezcla de dolor y placer cuando horada mi culo sin contemplaciones... como si de un animal se tratase... Me encanta sentir como mi coño se convierte en gelatina cuando lo veo sobre mi, percutiendo su cuerpo contra el mío, mientras pelizca, mordisquea y escupe en mis pezones...
Pero volvamos al asunto...
Al principio probamos con una sola cámara. Buscamos la mejor perspectiva apoyándola en la mesilla, o poniéndola en un trípode, o colgándola en el techo. Hasta llegamos a experimentar con una GoPro colocada en un palo selfie... o en un arnés sobre su pecho, e incluso con un elástico sobre su cabeza...
Pero ninguna de nuestras largas sesiones de sexo se registró enteramente a nuestro gusto. Unas veces porque nuestros cuerpos, piernas o brazos bloqueando justamente lo que más queríamos ver... otras porque no estábamos situados en el ángulo adecuado... o porque la claridad que se colaba por la ventana generaba un fastidioso contraluz que diluía nuestras siluetas... Además, no disponíamos de variedad en las tomas, faltándonos la adecuada combinación del detalle de los primeros planos y de la visión de conjunto de los planos generales.
Sí... tenemos demasiadas limitaciones... y es hora de ponerles remedio.
Y pensando, pensando... reparé en nuestra amiga Hania, que si bien no es fotógrafa profesional, sí tiene mucha experiencia en grabaciones, ya que colabora habitualmente con uno de sus primos que dirige una empresa dedicada a tales asuntos.
Sí... sería perfecto que ella nos grabase. Además, tengo bastante confianza con ella... ya que nos conocemos desde hace tiempo, y nuestras respectivas hijas son muy amigas y solemos ir mucho a su casa... y ella a la nuestra.
Pero, ¿cómo se lo planteo? ¿cómo le digo: Hania, quiero que nos grabes a Juan y a mi follando? Joder... no es nada fácil crear una excusa o una ocasión para proponerlo. Además, lo más normal sería que ella se negase, o se escandalizase ante tal propuesta... Uff... no quiero ponerla en esa tesitura, ni quiero poner en peligro nuestra amistad... o la de nuestras hijas.
Aunque, por otro lado, me da un morbo tremendo que nos vea desnudos... follando.
Me excita imaginarla filmando en primer plano mi coño húmedo siendo profanado, una y otra vez, por la polla de Juan. Supongo que al estar tan cerca, percibirá mi olor a hembra cachonda, emputecida por el deseo... Quizás repare en mi abultado clítoris... y se vea tentada a tocarlo, a acariciarlo... o a lamerlo... Joderrrr... cómo me pondría sentir su lengua jugueteando con mi clítoris mientras Juan me folla sin piedad...
Y ya puestos, quizás también Hania se ponga al ver de cerca la polla de Juan clavándose en mi coño... mientras tensa sus nalgas para empujar toda su hombría dentro de mi. La imagino colocándose detrás de Juan, para cambiar el plano... Sin duda se excitará al ver que con cada empellón, los huevos de Juan impactan en mi ano... Mmmm... Hania sujeta la cámara con una de sus manos y deja que la otra se deslice por la espalda de Juan, empapada de sudor. Sus dedos resbalan entre sus nalgas para acariciar sus huevos.... Joder... seguro que a Juan esto le pone cachondísimo...
Sí... tenemos que buscar una ocasión y planteárselo... porque en estas cosas nunca se sabe...
Mi hermana insistió en que la acompañase a una barbacoa en casa de unos amigos suyos. No me apetecía mucho... pero esa tarde no tenía mejor cosa que hacer.
Llegamos. Los anfitriones parecían cordiales en el trato. Él, de aspecto bonachón, locuaz... quizás algo dicharachero, no paraba de hablar (de esto, de lo otro) y de beber. Ella, más sobria, en todos los sentidos, y discretamente elegante… Sus brazos y piernas delataban la práctica no esporádica de algún deporte. Junto a ellos había otra pareja, que anunció que se irían tras los postres. Y así hicieron.
Ya solos, el anfitrión nos sirvió unas copas. Y con la primera, su energía cayó a cero: se tumbó en una hamaca que estaba al lado de la piscina y empezó a roncar. Mi hermana y la anfitriona prefirieron broncearse en las tumbonas. Así que yo... sin muchas más opciones, me zambullí en la piscina.
Tras un par de largos... me apoyé en un lateral, con el resto de mi cuerpo en el agua, y escudriñé el entorno. El roncador no daba tregua... mi hermana tumbada boca abajo también parecía grogui... y la anfitriona... mmm... la anfitriona estaba recostada con el respaldo de la tumbona algo levantado... aplicándose bronceador en el perímetro de su escueto bikini rojo... y mirándome... muy fijamente.
El cruce de miradas me produjo una leve erección... y lo que es más grave: provocó que la empezase a mirar como mujer... como hembra... Analicé sus curvas, sus labios... su vientre... la bisectriz de sus muslos... y se bloqueó mi mente con una sola idea.
De pronto se levantó, y de un salto se zambulló en la piscina… Hizo un par de largos a toda la velocidad, cual sirena experimentada, y se detuvo justo enfrente de mi. Apoyó los codos en el borde de la piscina... y me miró.
Uff... no sabía qué hacer, si acercarme o quedarme (should I stay or should I go?). Y sin tiempo a resolver mis dudas, se echó hacia atrás, como estirándose, momento en el que pude ver de cerca toda su excitante y curvilínea anatomía delantera…
Pero si la delantera era bocatto di cardenale, la trasera, y nunca mejor dicho, era espectacular.
Tras secarse un poco, se dirigió al interior de la casa. Pero justo antes de entrar, se volvió hacia atrás y me miró; y yo a ella. Sutilmente ladeó un poco la cabeza, gesto que interpreté como una invitación a entrar. Haciendo fuerza con mis brazos, de un salto salí de piscina y la seguí, caminando con cuidado para evitar despertar al somnoliento anfitrión ni a mi dormida hermana.
Entró en la cocina y se detuvo en el frigorífico. Me acerqué a ella, empapado aún, hasta rozar con mi pecho su espalda y con mi bañador sus nalgas; nalgas de las que pude certificar su dureza, lo cual no sólo confirmaba mi hipótesis sobre la actividad deportiva sino que acrecentaba mi erección...
Rodeé con mis brazos su cintura, y dejé que mis manos se tomasen la libertad de explorar lo que se ocultaba bajo su bikini... Primero en la parte de arriba, donde amasaron la fortuna de sus tetas... y de sus pezones; y después abajo, donde encontraron El Dorado del placer...
Mientras la acariciaba, comencé a besarle el cuello... primero en la nuca... luego por un lado... hasta alcanzar el lóbulo de su oreja... Mi lengua y mi boca dejaban una estela de saliva por su piel... que mi ardiente respiración dejaba al borde de la evaporación...
Le susurré que era preciosa, magnética, que me gustaba, que me excitaba... y que quería follarla... Y con cada palabra, notaba su respiración se hacía más profunda, más intensa... haciendo que de su boca se escapasen unos gemidos nada imperceptibles... El temor a que esa incontinencia sonora alterase mis planes, me impulsó a girarla sobre sí misma, como si estuviésemos bailando, y que empezase a besarla en la boca... mientras con mis manos, y sujetándola por las nalgas, la estrechaba aún más hacia mi.
De pronto, ella se retiró un poco hacia atrás y comenzó a despojarme de mi bañador, no sin alguna dificultad, dado lo mojado que estaba y, sobre todo, por lo empalmado que estaba. Y sin mediar más palabras o hechos, se puso en cuclillas y apoyando sus manos en mis muslos para equilibrarse, empezó a comerme la polla...
Joder... una corriente eléctrica de puto placer cortocircuitó mi mente y mi cuerpo. La presión de sus labios y el vaivén de su cabeza de adelante hacia atrás me estaban provocando una inmensa excitación. Pero uno siempre quiere más...
Desanudé el lazo de atrás de la parte de arriba de su bikini, que cayó al suelo. Los pezones erizados no dejaban lugar a dudas: ella también estaba tan o más excitada que yo...
Pero el contexto en el que se desataba nuestra pasión no era el más adecuado: jugaba en terreno ajeno, con el dueño y mi hermana a escasos metros... Así que teníamos que optimizar el poco y escaso espacio y tiempo disponibles...
Metí mis manos bajos sus hombros y tiré de ella hacia arriba, para que se incorporase... Desanudé los lazos de la parte de abajo del bikini... y me acerqué otra vez a ella...
Rodeando su cintura, conduje directamente una de mis manos a su sexo... Sentí el roce de su vello púbico... la humedad de sus labios... la dureza de su clítoris y la calidez de su vagina.
Mi polla buscaba desesperadamente un acomodo en su curvilínea anatomía trasera, navegando, aguas arriba y abajo, por la hendidura entre sus nalgas, pero sin penetrarla... aún.
Pero ella no estaba para estas exploraciones. Decidió que era mejor el pájaro en mano que ciento volando, lo que materializó agarrando con fuerza mi polla para tratar de llevarla hacia su coño.
Pero yo tenía otros planes...
Y mis planes pasaban por recuperar el dominio de mi polla para conducirla con mi mano izquierda, y sin paradas intermedias, hacia su ano.
Debo confesar que tiene un punto de delicioso morbo la sensación de tratar de introducirme en su cuerpo por donde no esperaba.
Intenté ser todo lo delicado que se puede ser en tal brete. Mi glande empezó a horadar su culito, que poco a poco iba relajándose, y abriéndose.
Al sentir como sus manos agitaban con vehemencia su clítoris, llevé mi mano hacia uno de sus pezones, apretándolo con fuerza.
Gimió con cierta intensidad, lo que provocó en mi una señal de alarma, ya que podía despertar a los dormidos en el jardín.
Aceleré mis acciones.
De un empellón, intenté meter mi polla en las profundidades de su ano.... Pero estaba yendo demasiado deprisa para una operación que requería más estimulación y más lubricación.
Hizo un segundo intento para introducir mi verga en su sexo, que impedí bruscamente. Se revolvió un poco, como si pretendiese evitar lo inevitable... y tras sujetarla con fuerza, empujé hacia adelante hasta sentir como su delicioso culo rodeaba mi nabo en toda su extensión.
MMM.... que sensación más intensa sentir la estrechez de su culo apretando mi polla..
que placer sentir la mullidez de sus nalgas rozando mi pubis. Qué puto placer follarme a esa pantera dominando su fuerza... Qué morbo sentir que en cualquier momento podríamos ser descubiertos...
Bombeé una y otra vez mi lujuria en su ano... enculándola... azotándola unas veces... apretando sus pezones otras...
Y llegó el momento en el que la aceleración de su mano agitando y hasta diría que maltratando a su clítoris, los empellones cada vez más profundos y los pellizcos en sus pezones nos llevaron al éxtasis más intenso que había experimentado nunca.
Me corrí en su culo... en silencio... conteniendo la respiración todo lo que podía.
Me eché hacia atrás... y pude ver como un borbotón de esperma afloraba por su ano.
La besé en el cuello... y me enfundé apresuradamente el bañador... Ella hizo lo propio con su bikini rojo.
Y justo antes de volver a entrar en el jardín, le susurré al oído:
Volví a aquel salón... y en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
La acomodé entre mis piernas y la abracé... Cerré los ojos… Su perfume me hizo recordar…
Sabía que si rasgaba sus cuerdas volvería a sonar esa melodía que, lejos de amansarla, despertaría a la fiera...
Pero ya había llegado demasiado lejos como para ahora renunciar a sentirla... así que concedí libertad a mis dedos y mis manos...
Y ahora, si usted me lo permite, omitiré ciertos detalles de lo que allí aconteció y me centraré en el final de esta historia...
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Ya no podía aguantarme más... y bastante fue para el excitante repertorio, plagado de viejos éxitos pero también de nuevas y sorprendentes composiciones de posturas, gestos, palabras y hechos (no quise saber dónde, cómo y con quién los habrías practicado), que me ofreciste desde el primer momento.
A punto de rebosar mi deseo, te imploré que me enfriases... así que levantaste tus caderas... poco a poco... hasta liberar a mi polla de la cálida prisión de tu húmedo coño...
Te echaste hacia atrás, apoyando tus nalgas sobre mi abdomen... Tu espalda bloqueaba mi visión... pero no me costó visualizar cómo tu mano tomaba el control de mi verga.
Apretaste tus dedos, como queriéndola estrangular, y comenzaste a agitarla... suavemente al principio... y sin piedad ni miramientos después.
Abriste tus piernas y comenzaste a masturbarte, usando mi convulsa y palpitante polla cual consolador...
Y fue sentir la húmeda caricia de los labios de tu sexo mezclada con la dureza de tu clítoris, para claudicar... y sin otra opción posible, no tuve otra opción sino correrme sobre ti...
Quiero tenerte muy cerca Mirarme en tus ojos Verte junto a mí Piensa que tal vez mañana Ya estaré lejos Muy lejos de aquí Bésame Bésame mucho Como si fuera esta noche La última vez
Nos merecíamos un descanso... sin agenda... prisas... ni compañía. Solos los dos.
La soledad duró un par de días.
La hermana menor de Carol, Marlene, llamó para preguntar si nos importaba que pasase una noche con nosotros antes de proseguir viaje a Ibiza. Poco tenía que decir yo, ya que el apartamento era de mis suegros.
Llegó al mediodía. Le dimos la bienvenida con un arroz a banda en Ca'Miquel.
Volvimos a casa, nos cambiamos y bajamos a la playa.
Para mi sorpresa y regocijo, el biquini de Marlene era tan breve y escueto, que por detrás apenas podía deducirse que llevase algo puesto. Diez años menos, ausencia de partos y libre de una aburrida vida matrimonial permitían que Marlene hiciese gala de un tipazo muy agradable para la vista... y más, intuyo, para el tacto.
En cierta forma, era un cuerpo "conocido", ya que procedía del mismo molde que el de Carol. Sus tetas eran de parecido volumen, aunque parecían más turgentes... Supuse que reaccionarían de forma similar a una caricia... o a un suave pellizco en el pezón. También reparé en sus nalgas, redondas, tersas y endurecidas (supongo, por la práctica de algún deporte), y apenas cubiertas por el minúsculo tanguita que tan de moda se ha puesto este año. Empecé a elucubrar cómo responderían al untarlas en crema bronceadora, pero para acallar una inoportuna erección en plena playa, corté por lo sano tales lúbricos pensamientos.
Por la noche fuimos los tres a cenar al puerto. Después, tomamos unas copas en el chill-out del Beach Club Bahía, uno de los chiringuitos de la playa, que esa noche estaba amenizado por un grupo de salsa cubano. Pero Carol estaba cansada, y nos dijo que prefería volver a casa. Cuando me iba a levantar para acompañarla, me indicó que me quedase con Marlene y que la acompañase después a casa, como buen anfitrión.
Bueno, una copa más, y nos retiramos, le dije a Carol, mientras Marelene asentía.
Ausente Carol, Marlene empezó a hablar con más soltura... y a beber con más alegría. Y a la copa que establecía el límite inicial, le siguió otra... y otra.
Marlene estaba un poco pedo... y con el ruido de la música, empezó a hablarme al oído, acercándose más de la cuenta.
- Confiésalo... Te pongo cachondo... Te pone cachondo imaginar si tengo tanto arte chupándotela como mi hermana...
Abrí los ojos como platos... y un impetuoso torrente de sangre volvió a inundar los cuerpos cavernosos de mi polla.
- ¿Quieres que te cuente un secreto?
Me temí lo peor… o lo mejor… o las dos cosas a la vez.
- Cuéntame, respondí con musicalidad, al estilo Fórmula V.
- Muy bien, cuñao: una vez, y hace no mucho tiempo, las dos chupamos la polla de alguien que conoces... ¿Te gustaría probar?
Dos, y no una, dudas me asaltaron: ¿cómo sería la sensación del placer bilingüe? ¿y quién sería el afortunado hijoputa que lo disfrutó antes que yo?
No sé si fue... o lo está siendo... o si algún día será...
Quizás pudo ser... pero no lo intenté... o no supe ver las señales... o no tuve el talento para fabricar una conjunción astral que permitiese que coincidiésemos en el espacio-tiempo sin prisas... sin pausas... sin límites...
Quizás sólo existió en mi imaginación, en mi mente calenturienta y perversa que se incendia sólo pensar en la posibilidad de tenerte...
Desconozco por qué despiertas en mi esas pulsiones... esas pasiones animales... tan primarias e irracionales...
Es algo brutal... irracional... intenso... impetuoso... vehemente... loco... y voraz...
Es obsceno, lascivo y lujurioso, soez... subliminal y directo... pero nunca vulgar.
Es instintivo y básico... simple y complejo, una fuerza esencial que no se entiende... ni se puede explicar.
Salvaje y bestial... carnal y pasional... violento y peligroso... que nada guarda... que todo lo da... puro, sublime, auténtico y natural.
A veces es un ángel dulce y dócil, sumiso y obediente... pero cuando se enciende muda en demonio, en un tirano implacable, despiadado y cruel.
Es amoral y vicioso... un pecado para el que no hay arrepentimiento ni propósito de enmienda...
Es la saliva que lubrica, los dedos que aprietan, las manos que soban...
Son los labios que besan, que lamen, que chupan... Son las bocas que hablan, que provocan, que imploran, que exigen, que insultan, que escupen y muerden...
Son los cuerpos que se frotan, que se rozan, que se tensan, que percuten, que penetran y son penetrados en una obsesiva danza que los funde y los confunde... que los diluye y evapora...
Es el olor que desprende la humedad del deseo, el sudor de la entrega, el placer que se esconde en cada rincón de los cuerpos...
Es el sabor de la carne palpitante, abierta en canal... turgente... excitante... que anhela ser profanada... de arriba a abajo... por delante y por detrás... en prosa y en verso... y siempre muy dentro.
Es contemplar el fuego en las miradas... es leer los trazos que las uñas dibujan en la espalda... es observar las nalgas enrojecidas por los azotes que alientan las desmesura y el exceso...
Es la ambición de poseer, de gozar de ese cuerpo que los ojos anhelan...
Es el deleite de exhibirse... de provocar... de seducir... de mostrarse impúdicamente... a plena luz del día... a la vista de todos...
Es hablar... es comunicar... es dialogar... es expresar sin vergüenza ni disimulo la necesidad de ir más allá... de probarlo todo, con lengua y sin lengua... por muy atrevido, imprudente e irreverente que sea...
Es la locura y el delirio de planear, con premeditación, nocturnidad y
alevosía, el delito de codiciar bienes ajenos... de forzar la cerradura de lo correcto... de lo aceptado socialmente... de lo convencional...
Es el robo al descuido... es okupar una propiedad que fue pero ya no es... ni ya nunca será...
Es jugársela en cada intento... es poder perderlo todo... y no saber si se ganará... Es el subidón de la temeridad... del riesgo no apto para débiles, flojos, indecisos o inseguros...
Es el vértigo del morbo que produce morder el fruto prohibido... sentir el éxtasis al probar la pastilla roja... o inyectarse en vena la más dura y adictiva de las drogas...
Es la adrenalina que inunda la sangre al traspasar la frontera de lo conocido... la delgada línea entre el bien y el mal... el limite entre lo humano y lo divino.
Es osado, insolente... impertinente y atrevido... sinvergüeza... descarado... nada disimulado y mucho menos fingido.
Es confiar en tu cómplice... es un pacto de silencio...
Es el cielo... o el infierno (tú decides)
Y sí.. lo quiero, aquí y ahora...
Todo... ni más... ni menos...
Y nada ni nadie impedirán que un día, por fin, lo disfrutemos.